martes, 11 de septiembre de 2012

TROESMAS

A long time ago, Guillermo Jaim Etcheverry escribió (suponemos) y publicó un libro llamado “La Tragedia Educativa”. En ése texto Etcheverry señala la discrepancia entre los valores que declama la sociedad y los valores que realmente pone en acto (o sea, los valores: dado que somos existencialistas pensamos que algo es cuando es) y sostiene que la preocupación por la educación es un discurso que no se objetiva en la práctica. Entre los elementos que Etcheverry destaca como responsables del asunto es que la sociedad en su conjunto no valora realmente la sociedad del conocimiento y ensalza como ejemplos modelos de conducta diametralmente opuestos.
Pero no solamente dice estas cosas Etcheverry. En el medio de la argumentación desliza que el origen de los docentes es un problema. ¿Cuál es ese origen que tanto preocupa a Etcheverry? A Etcheverry le parece un inconveniente mayor que los docentes provengan de clases no acomodadas porque transforman la docencia es una salida laboral. Hay mucha retórica que podar en ese libro, pero en el fondo lo que tenemos es una crítica elitista de la educación. Elitista y que atrasa varios años porque también incurre en la táctica de cuestionar el constructivismo pedagógico asimilándolo a facilismo, haciendo pensar al que lee que decidirse por la vertiente constructivista es elegir el camino más simple, cuando es precisamente todo lo contrario.
¿A qué se debe esa larga cita anterior? Sirve, me sirve, para establecer algunas cosas que me parecen relevantes, más que nada hoy en que se recuerda la moridad de Sarmiento.
En primer lugar, sostengo que Etcheverry se equivoca en el diagnóstico de lado a lado. Es cierto que la sociedad en su conjunto proclama valores que no practica y que persigue modos de vida que se chocan de frente con la pretendida taxonomía que dice tener como guía. Pero no creo que la educación esté en “crisis” debido a tal asunto. De ninguna forma. Afirmar lo anterior es dejar escapar al culpable, impune e invisible.
Para responder a la pregunta sobre la “crisis” de la educación lo primero que tenemos que hacer, como buenos suspicaces que somos, es girar la pregunta, cambiar el sentido del cuestionamiento. ¿Y si en vez de preguntarnos por la “crisis” de la educación nos preguntáramos si la educación está realmente en “crisis”?
A la marosca, qué sorpresa ¿no? El sentido común, enemigo acérrimo del conocimiento dice que no tengo razón. Que es obvio que la educación está en “crisis”. Es más, que esta pretendida crisis peina largas canas y que se prolonga y dura. Que la escuela no sirve para prepararte para el “mundo laboral”, que los contenidos están “desactualizados”, que los docentes no son profesionales idóneos (por ahí algunos dicen que se postulan como trabajadores y no como la segunda madre o los sacerdotes del aula que eran antes, y defienden que el respeto a los docentes disminuyó por esto), etc.
La pregunta por los motivos de la “crisis” de la educación ha causado ríos interminables de tinta y cientos de miles de congresos, encuentros, simposios en donde especialistas muy sesudos se emplean a fondo intentando responder el intríngulis. El resultado de estos esfuerzos ha sido escaso, estéril, más bien mezquino. Al final uno siempre escucha las sanatas de siempre (shanatas, ya que anda por ahí el Shankar que aborrece a la escuela pública).
Entonces, con la astucia que nos caracteriza preguntamos, de nuevo preguntamos ¿y si la educación no está en “crisis”? ¡Cómo que no! Grita la señora del crucifijo que en el mismo acto señala que la culpa es la visión tuerta de la historia y que los autores consultados son todos zurditos como Horkheimer, Benjamin, Galeano o esa lesbiana de María Elena Walsh. ¡Cómo que no! aúlla en el extremo opuesto un señor que esgrime un puntero de madera enorme y una regla de cálculo en el bolsillo trasero del pantalón.
Y no, contestamos nosotros tan tranquilos. La educación no está en “crisis”. Ah claro, dicen otros en el centro del salón, la que está en crisis es la sociedad, entonces la educación que está metida en medio refleja esa crisis. No, volvemos a contestar. La sociedad no está en crisis sino que está organizada bajo un sistema económico determinado. Ahora, que la educación en algo refleja ese orden, afirmativo.
Y todos a coro ¿La educación no está en “crisis”? ¿Entonces? Dicen haciendo montoncito con los dedos instándonos a responder con la mayor premura.
La educación es funcional a la sociedad. No hay crisis alguna que la afecte. Es lo que la sociedad reclama que sea.
¡Ahhhh no!¡eso no! dicen los objetores.
Sí, eso sí, decimos nosotros y argumentamos para no quedar esgrimiendo peticiones de principio.
La educación produce el tipo de sujeto que la sociedad requiere. Ni más ni menos. Ahí podemos pensar en la “inserción laboral” futura y podremos comprobar que para vender hamburguesas de Mal Donald o atender un teléfono o vender por teléfono, limpiar oficinas, fungir como ejecutivo de cuenta de una multinacional, atender a personas en una oficina de informes tras de un mostrador, en fin, en el mundo de los servicios, no hace falta ningún intelectual formado sólidamente en su ciencia que lleve en sí el germen de la búsqueda del conocimiento. Para todo lo anterior, el sujeto que produce la educación tal como está, alcanza y sobra.
¿Ven cómo cambia la perspectiva?
De lo anterior pueden derivar las consecuencias que quieran.
En segundo lugar, y enlazando con el primer cuestionamiento, los docentes también son lo que la sociedad requiere para formar a los sujetos que la misma sociedad demanda. El docente no es considerado por la sociedad como un intelectual sino como un prestador de servicios y, como tal, se lo juzga y mide. Por la “calidad” del servicio. La última novedad es que se lo quiere evaluar según esa calidad con lo que tendríamos el helado caliente. Se lo calificará por la forma en que atiende a sus alumnos (en el sentido de brindar satisfacción al cliente) y luego ese resultado pasará como un indicador de su idoneidad intelectual, relacionando dos aspectos que tienen poco que ver.
Como verán todo el discursito acerca de la eficacia y la excelencia tiene trampa. Hay que saber desmontarla nada más.
También suponen los optimistas que, aumentando el presupuesto educativo, mejorando las condiciones de las escuelas, incrementando el sueldo docente y ampliando la formación de los mismos será santo remedio. Lamento desilusionarlos. Eso será un esfuerzo baldío si no se inscribe en un proyecto de país en donde se modifique, aunque sea un poco, el horizonte de la sociedad. Sin un cambio en los objetivos generales del país, que se refleje en una política educativa distinta, habrá más de lo mismo, o sea, esta educación que es funcional punto a punto con el tipo de sociedad en la que los sujetos deben insertarse.
Hay un ejemplo al menos de este desfasaje entre la sociedad que demanda empleados puntuales y un sistema educativo que produce intelectuales: Bulgaria. Allí una enorme cantidad de profesionales de la programación, arquitectos de sistema, ingenieros de computación, etc., fueron formados por un excelente y continuado programa de educación universitaria, pero quedaron a la intemperie porque su sociedad no los pudo “absorber”. Ahora que ya estamos advertidos, sabemos que en realidad no le hacían falta esos profesionales a un país que era considerado en la aldea global como un consumidor de tecnología y no un productor de conocimiento. El síntoma del desencanto de toda esa generación es que los virus informáticos más sofisticados, todas las nuevas tecnologías destinadas a evitar que los virus, troyanos y sus hermanos putativos fueran detectados, las formas más sofisticadas de programación de software rogue se producen en Bulgaria de la mano de los desencantados profesionales que no tenían en dónde poner sus huesos sobreentrenados.
En conclusión, quizás debamos cambiar la perspectiva a la hora de pensar la educación. Porque la que hemos usado hasta ahora no dio resultado. En una de esas porque estábamos tratando de responder preguntas equivocadas.
Y también sería hora de cuestionar en serio cuál es el tipo de sociedad que andamos persiguiendo y luego, discutir en ese marco, qué educación nos hace falta. Si lo que queremos es este mundo del consumo, del servicio, que mueve sus ruedas al ritmo del último celular, la educación que tenemos es más que suficiente. Si en cambio aspiramos a otro tipo de sociedad, bueno, hablamos.
Como para empezar, digo, ya que estamos.
Felicitudes a todos los maestros. Más que nada a aquellos que, proyectándose por encima de todo lo descripto hacen del aula un laboratorio del conocimiento, tratando de lograr lo que la sociedad no considera necesario: alumnos que aprendan a pensar.
Saluditos.
...
Nota:
Siempre hay algo que agregar, serádedió. Como que hubieran léido este humilde post, los muchachos de Infoburdo aportaron su grano de arena al sentido común. Así no vamos a ningún lado, sapelo.

8 comentarios:

Marce dijo...

Así es: la escuela es un espacio del tejido social que produce y reproduce un mandato. Etcheverry titula "tragedia", y sabemos muy bien que toda tragedia termina en muerte.Este trabajo de Etcheverry fue escrito en los años de la Ley Federal cuyos resultados nefastos estamos viendo.La pregunta que me hago es esta ¿nosotros pedimos esa ley? ¿no supimos o no quisimos ver que el impiadoso e inmoral sistema económico neo liberal se llevaba puesto todo inclusive la escuela?
Hay mucho que hacer por cierto, y los docentes debemos construir con lo que hay. La nueva ley cambia pero no todo lo que quisiéramos. Los resultados en educación se ven a largo plazo.En fin, no bajamos los brazos.

José Pepe Parrot dijo...

Marce:
Satamente.
Etcheverry, tipo jodido si los hay, es que se hace el sota con respecto al contexto que profundiza lo que el describe.
De todas formas sostengo lo dicho, la educación cambiará cuando cambiemos nuestra propia concepción de sociedad.
Ya sé que es complejo y la discusión sobre el huevo y la gallina está ahí, pero por algún lado hay que arrancar.

Unknown dijo...

De lo mejor que he leído últimamente en la red. Me hace pensar sobre alguna boludeces que yo mismo he repetido y que deberé repensar a la luz de este punto de vista. Un abrazo

ram dijo...

Mire, Dormi, es fácil la cosa, si hay alumnos calificados, habrá votos y votantes calificados y una Argentina de nivel, como cuando era el granero del mundo.
Nada que ver con negreríos populistas.

José Pepe Parrot dijo...

Gustavo:
Muchas gracias.
Es texto es nada más que el resumen de ciertas sospechas que tengo hace tiempo y que necesitan más trabajo de elaboración.
Prometo más si me sale algo.

Mariam dijo...

De laburar ni hablar, ¿no?

Siempre pienso en eso de educar, educare, educando. Significa, originalmente, dar de comer.
Mientras algo tan simple como comer sea una utopía, poco puede pensarse en educar en términos de instruir.

Viviendo en y de la educación, concluyo que no hay que pensar ni re pensar nada. Hay que hacer. Hay que mostrar lo que se hace, no explicar cómo se hace.

En el Colegio y en casa.
Nada nuevo lo que digo, mil disculpas, pero se ha dicho muchas veces lo mismo, y se ha hecho poco.

Educar educamos todos. En la calle, en casa, en el auto, en la sala de espera, en la cola de un banco, y entre otras cosas, en el Colegio.
Si la educación falla, fallamos todos.

José Pepe Parrot dijo...

Ram:
Hay mucho de lo que dice en el libro de Etcheverry.
Y en lo que propone el autor como superación de la crisis.
Cierto es que los cuadros superiores destinados a formar parte de los más más estudian en lugares como la Universidad Austral, del Opus Dei.

José Pepe Parrot dijo...

Mariam:
Yo creo que sí hay que pensar para donde cuernos hay que ir, qué es lo que se quiere hacer, porque de eso depende cómo uno lo va a hacer.
Si la cosa es a la que te criaste, tenemos lo que tenemos ahora.
Si, claro que hay que hacer, pero no a ciegas.
Lo contrario es eso que tenemos, que no es una belleza.
Y vuelvo a repetir, no veo que la educación esté en crisis, creo que responde a a la sociedad que tenemos.
Y más vale que lo sepamos.