miércoles, 19 de septiembre de 2012

¿QUÉ ESPERABAS DE UN NEGRO?

A quien corresponda: que no me caiga bien alguien, que sea feo, bello, negro, azul, alemán, esloveno, liberal, masón, heterosexual, amante del dulce de madera, que le ponga mayonesa a los fideos, etc. no es un argumento. Es la nunca bien ponderada falacia ad hominem que "en lugar de refutar las afirmaciones de un adversario, intenta descalificarlo personalmente. Consiste, por ejemplo, en negar la razón a una persona alegando que es fea. Al describir a un oponente como estúpido, poco fiable, lleno de contradicciones o de prejuicios, se pretende que guarde silencio o, por lo menos, que pierda su credibilidad."
Esta advertencia va dirigida a propios y extraños.
A la que agrego: cuando se opera esta falacia, al descalificar al otro, lo convertimos en irreductible, alguien con el que no vale la pena entablar un diálogo. Alguien que no merece ser nuestro interlocutor por los rótulos que le hemos endilgado.
Las consecuencias que se derivan de lo anterior son obvias y peligrosas: puesto que el otro es irreductible solo puede ser destruido. Y de eso ya hemos tenido suficiente.

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