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lunes, 26 de noviembre de 2012

SE ACABO LA COARTADA

En este blog no solemos hablar de Clarín, de la "corpo" o cosa por el estilo. Mitad porque en muchos blogs se ocupan del tema con mayor solvencia que nosotros. Pero hoy es necesario dedicarle a los señores de la cornetita algunos párrafos.
Hasta hace un tiempo, más bien hasta hoy, el Grupo Clarín tenía como bandera (aunque no como práctica) la libertad de prensa, la libertad de expresión y cosas por el estilo. A partir de esta denuncia acaban de ceder ese argumento y de ahora en adelante no podrán volverlo a usar dado que sus propias acciones lo han demolido.
No es que alguna vez hayan creído o defendido o sostenido la libertad de prensa y la libertad de expresión. Al contrario, todos sus esfuerzos tendían a cercenar ese derecho en los otros, con lo que teníamos que libertad de prensa y libertad de expresión se había transformado, por vía de alguna magia que no conozco, en la preservación de los privilegios del grupo.
Hoy esa argucia discursiva se ha desmoronado, porque el escorpión es el escorpión. Tarde o temprano iban a mostrar la hilacha abiertamente. 
La mostraron, como esperábamos, porque no podían permanecer en su impostura durante toda la eternidad.
No es nada que no supiéramos.
Algunos tendrán que comenzar a enterarse.
Y otros muchos deberán sincerar sus objetivos. Porque muchachos, Clarín o el escorpión, los ha dejado en evidencia. Eso sacan por defender indefendibles.

lunes, 22 de octubre de 2012

HACEME DE TU PANDILLA

Leyendo éste post de Mundo Perverso me enteré de la existencia de esta nota de Orlando Barone. El post es muy lúcido y pone el acento en un tema candente: la forma y el contenido. Acá, como se desprende de lo que publicamos y miramos, pensamos que la forma también es contenido. Que no alcanza con proclamarse como un "progresista" o "de izquierda" (contenido) sino que además la praxis cotidiana tiene que ser coherente con lo que se proclama (forma). Porque la forma no es un vacío categorial, es la objetivación de las opciones asumidas por el sujeto. Por tanto (y como le ocurre a más de un partido de izquierda) se pueden invocar las doctrinas más revolucionarias y dialécticas, pero el anquilosamiento, la osificación de las ideas que se convierten en dogmas de fe, transforman la práctica en reaccionaria. También en este espacio hemos señalado esa contradicción en partidos que se apegan a pie juntillas a un ideario que no se mueve, que ha dejado de ser dialáctico y por tanto, ya no es un método ni una construcción cotidiana sino la búsqueda desesperada de un santo grial (en este sentido, las ideas políticas actúan como la religión entendida en tanto axioma en función del cuál debemos aplicar una hermenéutica determinada que nos brindará por resultado el sentido último de la historia, un sentido que es un a priori y a su vez, insuperable e implacable).
De eso se ocupa con mucha solvencia Mundo Perverso. Por lo tanto abordaremos otro aspecto, en realidad otras consecuencias, derivadas del artículo de Barone.
La primera luz de alarma se enciende cuando Barone trae al ruedo la categoría de "irrecuperables". Un irrecuperable es, por definición, un sujeto que no merece esfuerzo alguno. Aquí también usa el concepto de "irrazonable". Que es más o menos lo mismo que el irrecuperable pero peor, porque está cegado por el odio y la violencia. Con ambos, con el irrecuperable y con el irrazonable no vale la pena el esfuerzo Hace falta el enfrentamiento. Como verán, maniqueismo puro y duro que se solaza de la propia virtud (real o supuesta). Esta división del mundo en buenos y malos destruye el diálogo, envilece cualquier intento de comunicación, declara como una petición de principio que el otro es un enemigo. Con el que no vale otra estrategia que la pelea. ¿Tengo que describir la cantidad de peligros que derivan de esta ceguera dogmática? Solo añadir que en la jerga de la dictadura del ´76 un irrecuperable era un próximo desaparecido.
El enemigo es el enemigo, dice Barone. A veces si y a veces no. A veces el enemigo está revestido de los mismos colores que uno viste y entonces o lo vemos o no. O, más cerca de la complejidad de la sociedad y las relaciones humanas, el otro piensa distinto, más cerca de mis propias apreciaciones, más lejos, a veces coincidiendo y a veces no. Y esto, en política, no significa pragmatismo. No no. Se pueden tener profundas convicciones, defenderlas y, a la misma vez, estar dispuesto a comprender que pese a miradas inconmensurables existen territorios de acuerdo, deben existir, porque la lógica binaria deposita en escenarios en donde las víctimas comienzan a ser moneda corriente. Territorios de acuerdo que son además una construcción colectiva de no iguales. En esto consiste a su vez la diversidad.
Barone pone en juego bondad o maldad como categorias políticas. No son tales, son parte de la ética y la moral que a veces coinciden con las prácticas políticas y a veces no.
Pero también ingresa el concepto de "duro". Los famosos "halcones", los paladares negros. Los que no se confunden, los que la tienen clara, los que saben más que esa gilada que se atreve a criticar algunas cosas. Barone habla de arrogancia. No creo que haya algo más parecido a la arrogancia que proponerse infalible.
Por último, y para no cansarlos, Barone funda aquí la doctrina de la infalibilidad política. Derivada de su observación acerca del demasiado entusiasmo por la crítica, la llamada "bondad" que está enfrentada a la "maldad" o sea, la crítica despiadada del "enemigo" que tiene el mismo fundamentalismo que el texto de Barone, el periodista plantea que no hace falta analizar sino obedecer. Hacer lo que los conductores sabios indican, seguir el camino que marcan sin volver la vista a un lado o al otro, presuponer que hay un propósito mayor detrás de sus acciones y someterse a sus designios sin chistar. De lo contrario nos volveríamos demasiado bondadosos y en un plazo no muy lejano, enemigos de la causa.
Aunque machaquemos en lo mismo una y otra vez, la autocrítica es imprescindible. Sin autocrítica terminaremos pensando que Barone tiene razón y que el único papel del sujeto político en este proceso es convertirse en objeto político.
Y en eso Barone, no ha lugar.