Mostrando entradas con la etiqueta catecismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta catecismo. Mostrar todas las entradas

martes, 21 de agosto de 2012

NO GRACIAS

Entre nosotros: es bastante asqueroso usar a los "catequizados" para que hagan proselitismo en sus familias. Teniendo en cuenta que los "catequizados" por lo general son niños. Un modo bastante vergonzante de manipular familias que, a cara descubierta, sugiere Bergoglio, que no ve nada malo en lo que propone. Por eso es doblemente inmoral.
¿Nunca aprenderán a tener un poco, al menos un poquito, de respeto por el otro que no comparte su mirada del mundo? ¿Qué van a hacer ahora? ¿Mandar a los catequistas munidos de cartas amenazantes con el ominoso título "Crea o Muera"? Cierto que ya usaron otra frase que dejó imborrables recuerdos en muchos por acá "Cristo Vence".

lunes, 13 de junio de 2011

SEÑOR DIOS, ACÁ TRAIGO AL NIÑO QUE HAY QUE CASTIGAR

...
Retomando aquel asunto sobre mi aprendizaje del catecismo, estuve toda la semana pasada recordando una de las oraciones más funestas que tuve que aprender por aquellos días. Decía así:
...
Pésame Dios mío y me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido.
Pésame por el infierno que merecí
y por el cielo que perdí;
pero mucho mas me pesa porque pecando ofendí un Dios tan bueno y tan grande como vos;
antes querría haber muerto que haberle ofendido,
y propongo firmemente ayudado por tu divina gracia,
no pecar mas y evitar las ocasiones próximas de pecado. Amen

...
Si bien yo era un niño abominable (cosa que mis padres pueden certificar) no creía haber cometido algún pecado tan espantoso como para merecer el infierno. Mucho menos para perder el cielo dado que todavía conservaba una gran dosis de inocencia y además, en ese momento aspiraba a la vida eterna (calculá, se podía descansar en plena gloria celestial full time).
Y por más que fuera Dios, la verdad, no estaba dispuesto a morir antes que mandarme un pecadito de purrete (pecadito que encima apenas ranqueaba en la taxonomía de ofensas a la divinidad). Y ya en un terreno decididamente revisionista, un Dios que me mandaba a las llamas eternas y se ofendía porque no me lavara las manos o me escapara en la siesta a morfar fruta caliente y sumergirme en un fresco canal de riego, no me parecía demasiado amoroso. Si Dios era amor, era un amor medio de segunda mano, un amor con chantaje ad hoc. Un Dios que parecía odiarme sólo por haberle ensuciado la alfombra con el que me reconciliaba si le prometía obediencia ciega y eterna.
Claro, era demasiado chico para comprender que una cosa era Dios (la divinidad y la experiencia que cada uno tenga de ella) y otra una institución que se apropiaba de la interpretación de un Dios y en realidad lo creaba para poder regular la conducta de sus feligreses, manejar su conciencia y de esa manera consolidar su poder, un poder bien terrenal. Eso vino después. 
Pero esa sospecha primigenia me salvó de ciertas culpas que el "Pésame" fogoneaba.
Ahora lo vuelvo a leer y apenas puedo creer la perversidad que encierran esas líneas.
Y me alegro de ser un hereje, mirá lo que te digo.

viernes, 3 de junio de 2011

EL CATECISMO

...
Cuando era niño, purrete, gurí (allá lejos y hace tiempo) me mandaron a estudiar catecismo a los efectos de que tomara la comunión y abandonara mi condición de infante abominable. Para tal fin concurría a la casa de Doña Panchita, una buena señora que enseñaba los misterios de Dios a los niños de la barriada. La mujer, buena como el pan y con una paciencia infinita, nos machacaba los asuntos que estaban detallados en un simpático librito con tapas verdes en donde había una serie de preguntas con sus correspondientes respuestas. Era éso lo que aprendíamos, como loritos, y de vez en cuando Panchita nos aclaraba algún punto para que no hiciéramos cuestionamientos lindantes con la herejía.
De esa forma, los dogmas de la iglesia católica, a fuerza de repetición (una especie de hipnopedia menos sofisticada) quedaron grabados como una programación básica que de vez en cuando aparece ante la presencia de algún estímulo ad hoc, como axiomas que no resisten el análisis desapasionado que uno haga de ellos. En fin, un simple adoctrinamiento apenas disimulado por la bondad de la transmisora.
En la actualidad, muchos partidos, agrupaciones, rejuntes y asociaciones ilícitas con fines inconfesables,  formatean a sus adherentes mediante una técnica similar a la usada por Doña Panchita apelando a su propia versión del catecismo. En esos libros cada cosa tiene una respuesta (cerrada, infalible, válida para todo tiempo y lugar). Esas respuestas se transforman en un automatismo que los militantes utilizan para responder cuando uno les pregunta acerca de sus convicciones. Cada x tiene una correspondencia par a par con cada y. Entonces, si uno consulta su opinión sobre el Congreso dirán cosas como "Es un nido de cotorras" y el estado de la economía conseguirá un "inflación galopante", repitiendo el catecismo aprendido en largas sesiones de militancia. Cabe acotar que la misma pregunta conseguirá la misma respuesta, una y otra vez.
Como las respuestas automáticas de los niños de Doña Panchita.