El final de Lost, aparte de crear profundas y cruciales polémicas, sirvió para todo. Sigue sirviendo para todo como un multiuso a gatillo.
Y los muchachos religiosos no podían quedarse afuera de esta Ola de Aprovechamiento del Final de Lost (OAFL) que cunde por todo el mundo occidental, oriental e incluso en Chapanay (¿saben dónde es? yo sí, ja).
Por lo tanto, a partir de este final (que de final parece no haber tenido nada, dados los extensos comentarios que uno puede pescar por ahí sin haber observado nada de Lost, ni antes, ni durante y veremos si después, y que ha dejado un tendal de fanáticos preguntándose acerca del sentido mismo de la televisión y las medialunas de grasa) diversos sectores han salido a apropiarse de su interpretación.
Como la sustancia misma de ese final es similar a la de una receta de médico en donde uno puede leer, si pone voluntad, la fórmula de la bomba atómica, el código para descifrar los jeroglíficos del Bajo Egipto, el secreto para que la Pascualina quede así de linda o los aditivos necesarios para la fórmula de la eterna juventud, se puede establecer que el final fue esotérico, agnóstico, materialista, marxista, teocéntrico, antropomórfico, patafísico o lo que a uno se le ocurra sin mayor problema.
En este caso el portal Valores Religiosos estableció que el final de Lost fue cristiano.
Y si, puede ser. Como tantas cosas ¿vió?
Lost in Translation ¡que flor de película!