Este es un servicio a la comunidad para los señores conductores de vehículos motorizados, de cuatro y dos ruedas, autos, motos, camiones, colectivos y/o cachivaches varios.
Este modesto escriba ha podido comprobar numerosas y reiteradas confusiones sobre el significado de los distintos colores del semáforo. Lo que este educando recibió a modo de Educación Vial y lo que luego fue reafirmado por alguna autoridad de tránsito que criticó mi actuación como peatón (dado que no poseo vehículo alguno) eran reglas claras y concisas tendientes a que ningún automovilista me hiciera puré contra el áspero pavimento.
Pero como compruebo a diario que la mitad de los señores conductores están a punto de levantarme como mojón en pala al cruzar la calle, deduzco dos situaciones posibles:
1.-Los señores conductores han sufrido un ataque masivo de Daltonismo. Ya se sabe que en esa tesitura uno confunde los colores, por tanto, el claro significado de una señal se transforma en un engaño de los sentidos.
2.-A los señores conductores se les ha subido el vehículo a la cabeza. O sea, piensan con el auto como instrumento. Y al sentirse tan poderosos como el armatoste que tripulan en condición de manejadores, sufren el síndrome Superhombre. Creen que ellos mismos son su armadura, se han transformado en un motor con cuatro ruedas e inmediatamente han abdicado de su condición humana y mientras están al volante se dedican a competir en prepotencia con sus iguales. El peatón no es un igual, dado que no tiene ruedas ni motor, entonces el peatón no merece respeto alguno. Matar, matar.
...
En el primer caso, solo podemos recomendar la visita a algún facultativo con muchos títulos en la pared, en lo posible no de veterinaria o farmacia sino más bien de oftalmología, para tratar de recuperar la correcta apreciación de los colores. También, como lo indica el título de este panfleto, dirigirse a Daltónicos Anónimos.
Para el segundo caso, intentaré refrescar ciertos hechos básicos en lo referente al semáforo, para que los señores conductores recuerden aquellas épocas en donde pertenecían a la raza humana. Quién sabe, apelando a esos lejanos recuerdos, pueda lograr que cada vez que tenga que cruzar una calle no necesite jugarme la vida zigzagueando entre los automóviles que me atacan enloquecidos, cual si fuera un soldado escapando de un bombardeo.
Detenerse señor conductor es lo indicado. El semáforo amarillo no indica que Ud. tiene la última oportunidad de cruzar a toda velocidad para llegar al otro lado justo cuando cambia a rojo. No. Significa detenerse.
Entonces, si ve un semáforo amarillo, presione ese pedal que tiene llamado freno y se queda ahí, esperando su turno. No sienta que perdió una porción de su vida. Piense que ese tiempo le sirve para posicionarse justo al principio, la Pole Position de todos los otros salames que vienen detrás de Ud. y al brindársele el permiso correspondiente, Ud. podrá acelerar y huir en dirección a quien sabe donde. Recuerde.
Tenga en cuenta de nuevo, ese pequeño detalle del peatón. Pero bueno, se sabe que el peatón debería quedarse también guarecido en la esquina apenas ve que el semáforo adquiere ese agradable tono de mal hepático.
¡Aleluya!¡Aleluya! Adelante Señor Conductor. Esta es su oportunidad. Como dicen las leyes viales Ud. debería tener frente a sí mismo un panorama despejado. Con este color, delante suyo se abre un mar de posibilidades. Presione el acelerador nomás (si, ya sé, lo estuvo probando durante toda esa eternidad en la que estuvo parado culpa de estas enojosas reglas) y vaya en paz.
Ahora, no apriete tanto ese adminículo, recuerde que hay velocidades máximas fijadas también, que lo parió, por ley y andan unos señores vestidos de azul o adornados como banderas a cuadros (si lo llaman no indican que Ud. ganó sino que metió la pata demasiado) que le pueden quitar lo que Ud. más quiere en este mundo, su auto.
No llore señor, hombre grande, habrase visto.
Pero como compruebo a diario que la mitad de los señores conductores están a punto de levantarme como mojón en pala al cruzar la calle, deduzco dos situaciones posibles:
1.-Los señores conductores han sufrido un ataque masivo de Daltonismo. Ya se sabe que en esa tesitura uno confunde los colores, por tanto, el claro significado de una señal se transforma en un engaño de los sentidos.
2.-A los señores conductores se les ha subido el vehículo a la cabeza. O sea, piensan con el auto como instrumento. Y al sentirse tan poderosos como el armatoste que tripulan en condición de manejadores, sufren el síndrome Superhombre. Creen que ellos mismos son su armadura, se han transformado en un motor con cuatro ruedas e inmediatamente han abdicado de su condición humana y mientras están al volante se dedican a competir en prepotencia con sus iguales. El peatón no es un igual, dado que no tiene ruedas ni motor, entonces el peatón no merece respeto alguno. Matar, matar.
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En el primer caso, solo podemos recomendar la visita a algún facultativo con muchos títulos en la pared, en lo posible no de veterinaria o farmacia sino más bien de oftalmología, para tratar de recuperar la correcta apreciación de los colores. También, como lo indica el título de este panfleto, dirigirse a Daltónicos Anónimos.
Para el segundo caso, intentaré refrescar ciertos hechos básicos en lo referente al semáforo, para que los señores conductores recuerden aquellas épocas en donde pertenecían a la raza humana. Quién sabe, apelando a esos lejanos recuerdos, pueda lograr que cada vez que tenga que cruzar una calle no necesite jugarme la vida zigzagueando entre los automóviles que me atacan enloquecidos, cual si fuera un soldado escapando de un bombardeo.
SEMAFORO ROJO
Otro motivo, secundario claro está, es que por esas líneas blancas que atraviesan la calle llamadas sendas peatonales, cruzan de una vereda a otra "peatones". Si si, peatones. Esos seres humanos que en ese momento no están adentro de un auto o que no lo tienen. O quizás, han decidido que es más práctico para ir de una vereda a otra usar las piernas y no cuatro ruedas. Que para ir al quiosco de la esquina o a la panadería de mitad de cuadra uno puede pararse y caminar. Bueno, si Ud. ejecuta su maravilloso acto de "me chupa un huevo el semáforo en rojo" puede que atropelle a uno de esos raros ejemplares, un peatón. Y ya se sabe lo enojoso que resulta escapar a toda velocidad o detenerse y llamar al seguro, arreglar el abollón del "coche", etc.Normalmente señor conductor, cuando en ese aparato se ve una luz roja, Ud. debería parar. Si, parar. No acelerar. No tiene que observar que por la calle no comenzaron a cruzar los que vienen por la calle transversal, apretar el acelerador y con el último aliento de combustible alcanzar la otra cuadra. No tiene que hacerlo, en principio porque está prohibido por las Leyes Viales. Pero además, porque puede que en la dirección opuesta, otro tan estúpido como Ud. haya decidido que también puede cruzar antes de tiempo. Entonces, se encontrarán en medio de las dos calles , transformarándose en una llamativa montaña de chatarra en llamas.
SEMAFORO AMARILLO
Este semáforo le indica al señor conductor que sea cauto. Le pide precaución. Y además, que PARE. Debemos ser justos. No sólo es para Ud. este semáforo, también incluye al peatón que no debe cruzar la calle en ese momento (aunque, como están las cosas, el peatón permanece horas y horas en una esquina preguntándose si vale la pena perder la vida para comprar provisiones).Detenerse señor conductor es lo indicado. El semáforo amarillo no indica que Ud. tiene la última oportunidad de cruzar a toda velocidad para llegar al otro lado justo cuando cambia a rojo. No. Significa detenerse.
Entonces, si ve un semáforo amarillo, presione ese pedal que tiene llamado freno y se queda ahí, esperando su turno. No sienta que perdió una porción de su vida. Piense que ese tiempo le sirve para posicionarse justo al principio, la Pole Position de todos los otros salames que vienen detrás de Ud. y al brindársele el permiso correspondiente, Ud. podrá acelerar y huir en dirección a quien sabe donde. Recuerde.
Tenga en cuenta de nuevo, ese pequeño detalle del peatón. Pero bueno, se sabe que el peatón debería quedarse también guarecido en la esquina apenas ve que el semáforo adquiere ese agradable tono de mal hepático.
¡Aleluya!¡Aleluya! Adelante Señor Conductor. Esta es su oportunidad. Como dicen las leyes viales Ud. debería tener frente a sí mismo un panorama despejado. Con este color, delante suyo se abre un mar de posibilidades. Presione el acelerador nomás (si, ya sé, lo estuvo probando durante toda esa eternidad en la que estuvo parado culpa de estas enojosas reglas) y vaya en paz.
Ahora, no apriete tanto ese adminículo, recuerde que hay velocidades máximas fijadas también, que lo parió, por ley y andan unos señores vestidos de azul o adornados como banderas a cuadros (si lo llaman no indican que Ud. ganó sino que metió la pata demasiado) que le pueden quitar lo que Ud. más quiere en este mundo, su auto.
No llore señor, hombre grande, habrase visto.
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