Néstor Carlos Kirchner murió hace seis años. Y todavía es la mosca en la sopa del establishment, de los acomodaticios engranajes del pejotismo colaboracionista, de los pseudo-intelectuales "independientes", de los agoreros del libre mercado, de los cipayos provincianos que han emergido a la luz del sol de la mano de un presidente venal y mezquino que antes de ocupar el sillón de Rivadavia proponía tirar a Kirchner por la ventana.
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Seis años y los sigue molestando. Y tanto los jode que siguen lanzando veneno como si Kirchner estuviera vivo. Esta vez intentando desmantelar el "legado". Piensan que si lo ponen en duda podrán formatear la memoria colectiva y convertir la vereda del sol en un viaje a las sombras del populismo.
De nosotros, de los orejones del tarro, depende que no lo logren. Este año ha demostrado que se puede desmantelar y destruir todo lo edificado a fuerza de decretos, traidores y omisionistas. Que la memoria no es para siempre y que sostenerla depende de cada uno de nosotros.
Si no lo hacemos, que la patria, que es el otro, nos lo demande.