Cuando vi el recorte en donde Gabriela Michetti invita a jugar Pokemon Go en las mentadas "redes sociales" pensé que era una de las tantas jodas que se hacen por ahí usando el fotochop, a costa de la patente y obscena frivolidad de los tipos que fungen como funcionarios del estado nacional.
Por eso no me había tomado el trabajo de chequearlo. Ayer buscando otra cosa, me atravesé con la cuenta de facebook de la benemérita Gabriela Michetti (la que tiene un record en donaciones de amigos bien intencionados), que es "vicepresidente de la nación", ahora a cargo de la presidencia porque su coequiper anda de joda en Brasil en los Juegos Olímpicos, haciéndose olímpicamente el boludo, dedicándose a lo que mejor le sale: andar de vago mantenido por el mundo.
Y ahí estaba de cuerpo presente la "invitación" de la señora para que todos jueguen Pokemon Go, la nueva huevada destinada a ciertos experimentos pavlovianos que mejor haría uno en investigar (no es tan complejo el diablo como lo pintan).
La mismísima vicrepresidenta de la nación, con el desparpajo de una adolescente, con la liviandad de una promotora, con el desconocimiento palmario de su investidura, indica que el Congreso Nacional es un buen lugar para jugar Pokemon Go.
Necesito decir que a esta altura de los acontecimientos, se me han agotado los calificativos para graficar la burla constante a la que nos someten los tipos de Cambiemos. Decir que es nauseabunda me deja sabor a poco. Decir que la falta de seriedad con que toman sus tareas es pasmosa, casi es un elogio. La cursilería, la banalidad, reinan en los despachos oficiales.
Mientras afuera el país se convierte en tierra arrasada, mientras perdemos derechos y sufrimos amenazas y represiones, esta mujer invita a jugar Pokemon Go, desconociendo además que el Congreso Nacional posee (aunque no la defienda) una investidura que merece cierto respeto (aunque sea protocolar) porque en ese recinto se decide la suerte de los habitantes de este país.
Lo peor del asunto es que sospecho que ni Michetti ni alguno de sus brillantes asesores tienen conciencia de su propio rol ni de la importancia de las instituciones que comandan y por eso juegan alegremente como si la realidad, la existencia cada vez más dura de los argentinos, no ameritara al menos cierta discreción, como si el Congreso fuera su exclusivo clubhouse.
Un viejo bombero me aconsejó alguna vez acerca del modo correcto de apagar un incendio: su primer consejo fue que no intentara sofocarlo con nafta.
Le diría lo mismo a Gabriela Michetti.
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