sábado, 13 de agosto de 2011

A DOS AGUJAS

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Ayer a la tarde, en cumplimiento de los deseos son órdenes de mi querida compañera de vida y concubinato, me apropicué en un quiosco a los efectos de adquirir una revista de tejidos. Si si. Tejidos. Esas publicaciones a todo color en papel satinado que muestran distintos modelos de prendas con su correspondiente explicación (ese galimatías que sólo una tejedora puede traducir en un pullover).
Es preciso indicar que el consebido quiosco pertenece a una de las estaciones del subterráneo, de las más populosas creo yo, allí en la Línea C, Retiro-Constitución. Con un descuido propio de mi distracción para con el mundo que me rodea, luego de la compra me puse a esperar el subte. Concentrado como estaba en la moda que se viene para bebes y niños (¡qué lindo le quedaría este cardigan a Oliverio!, si, Oliverio, mi hijo) no había advertido la mirada azorada de mis vecinos de espera. Caí en la cuenta una vez que ascendí al vehículo y descubrí que los que trepaban conmigo al vagón y luego, los pasajeros que ya estaban adentro, miraban la revista y a mi con un gesto de inequívoca sorpresa. Si hubiera tenido en mis manos una publicación pornográfica llena de mujeres disfrazadas de Eva o un libro de poemas de Ari Paluch el asombro no habría sido tan intenso.
Por supuesto, como no tengo esos falsos pudores que ameritan ocultar revistas hot o de tejido, seguí como si nada repasando las últimas tendencias presentadas en technicolor. El público en un subterráneo se renueva, dado que las estaciones pasan, etc., entonces siempre había una nueva persona, mujer u hombre, sorprendidos por el tenor de mi lectura. Podría haber despejado el panorama extrayendo del morral una ubicua edición de "Las Armas Secretas" de Cortázar, pero, ¿para qué?. Si se estaba tan lindo causando escándalo en el pasaje del público medio de transporte. Hablando de Cortázar me acordé de "Un tal Lucas" en ese memorable episodio en donde Lucas se hace lustrar un zapato con pomada negra y otro con pomada amarilla en medio de la repulsa de los contertulios del bar. Sin llegar a la exclamación final de Lucas ("-¿La patada en el culo se la doy con el negro o con el amarillo pibe?", estuve tentado de exclamar "-¿Qué tiene de raro leer una revista de tejido?".
Pero como yo era uno solo y el vagón estaba repleto y además, la mueca reprobatoria de varias señoras (todas mayores, gente decente si la hay) me hizo desistir de esa estrategia. Imaginate los comentarios en casa, a la noche: "-En el subte iba un tipo leyendo una revista de tejido, ¡qué vergüenza!, ¡a la vista de todos!, ¡ya no se puede vivir!"
Ni qué decir que en el vagón del otro tren, o sea, en el Roca, los gestos de sorpresa fueron más intensos. Preveía incluso alguna arenga, pero tal cosa no ocurrió. Al cabo de media hora me bajé en la estación correspondiente, con la tranquilidad de conciencia de quien ha llevado adelante una cruzada testimonial. Si hubiera sabido que una revista de tejido podía causar semejante efecto, la habría comprado antes. Las oportunidades que me pierdo. No tengo perdón yo.

6 comentarios:

  1. ¿Vió?Mire si sale con los taco´aguja y las medias de red?

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  2. Digame, la verdad, no le hubiese gustado, siendo adolescente o un poco más, que lo hubiesen mirado así cuando llevaba un libro "forrado por las dudas"? La vida da revanchas, aunque sea de la mano del punto arroz...

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  3. Prejuzgar es una de nuestras grandes fallas humanas; resulta difícil creer con cuánta ligereza se opina, se juzga o se condena tal o cual actitud y en el peor de los casos, sin previo análisis de conciencia...
    Gracias por visitar mis demonios, cuando tengas tiempo y ganas o te aburras del jersey, pasa por Plan C que alli juzgamos, prejuzgamos, criticamos y escrachamos impunemente, deliberadamente y sin experiencia...

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  4. Me hizo acordar a ese cuento de Cortázar en el que los protagonistas viajaban a Retiro en un colectivo. Salvo los protagonistas, todos los pasajeros llevaban un ramo de flores y los miraban con un gesto reprobatorio. Como se mira a los lectores de "Burda". ¿Se acuerda de qué cuento le estoy hablando? Creo que está en "Final del juego".

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  5. Es que la gente que lo vió, que es buena y comenta, disfrutando de esa revista, con toda lógica pensó: "Si este degenerado es capaz de leer eso acá, qué clase de criminal será en la casa?" - Y si lo piensa un poquito, tienen razón.

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  6. Supongo que te deben haber mirado más rarito cuando venías con un globo de Hello Kitty.

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Bueno, os dejo en libertad. Disculpen las molestias ocasionadas.