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¿Votar?
Votar vota cualquiera que cumpla con los requisitos de rigor, pero
votar no vota cualquiera, aunque vote. No sé si soy claro.
Por
eso, antes de celebrarse el domingo que acecha las PASO, algunas
consideraciones que más que nada parecen una reflexión para
aclararme a mi mismo ciertas cosas y de paso dialogar
monologuísticamente con Uds., sufridos y masoquistas leyentes que
pasan de tanto en tanto por este bulín a los efectos de comprobar
que no tenemos nada importante para decir.
Aviso
a la comunidad: el que escribe esto y llena el blog de fruslerías es
zurdito. Antes que nada y después de todo, zurdito. Irredento, un
zurdito que desconoció el consejo de Winston Churchill y sigue
siendo zurdito bien pasados los treinta pirulos, por lo cual, siempre
de acuerdo a la sentencia churchilliana, no tengo cerebro aunque
conservo el corazón, que está en la zurda (siempre me gustó la
metáfora “la tropilla de la zurda” ¿les dije?).
Como
zurdito entonces, sabrán que tengo objetivos coherentes con el
zurdismo (algunos dirán que lo mío es utopismo a la vieja usanza,
pero bueh, qué le vachaché), esto es, la revolución. Una
revolución que no se tiene que parecer a ninguna revolución
anterior más que en la imprescindible transformación de una
realidad pletórica de irracionalidad capitalista en otra sociedad
fundada sobre ejes distintos a esa mirada de corto plazo y excluyente
(preguntarán algunos ¿eso se puede hacer? Les doy vuelta la
pregunta, el capitalismo logró crear una sociedad en donde una
enorme mayoría trabaja para que un puñado de tipos la levanten con
pala, la guarden y amontonen, y todo eso con la aprobación explícita
o tácita de esa mayoría antes nombrada que es la que pone el lomo
¿hay una utopía mayor que ésa? Y sin embargo está ahí, presente,
en nuestra vida cotidiana y sobre nuestras espaldas).
Una
revolución decía, que tiene que asumir la forma que las condiciones
concretas de existencia le demanden. Una revolución de la que no hay
que renegar en tanto persistan las injusticias que vemos día a día,
que son evidencias de la necesidad de cambiar el mundo (suena
altisonante, pero no nos va quedando otra alternativa).
En
ese contexto macro se inscribe la microdinámica de una elección.
Primarias en este caso, las PASO para más datos.
¿Esto
significa que este zurdito marxistoide cree en la democracia? En
principio no “creo”. Sostengo que la democracia es lo mejor de lo
peor y no por ningún auto de fe. Racionalmente compruebo que la
democracia es el sistema en donde tenemos mayor radio de giro, con
los límites obvios que posee una democracia burguesa. La máxima
libertaria “la democracia dura lo que dura la obediencia” es
cierta punto por punto. Pero para un boxeador es mejor tener las dos
manos libres que pelear con las mismas atadas a la espalda.
No
hay recetas para una revolución, se hace una revolución haciéndola,
saltando al vacío, inventando, creando. La creatividad
revolucionaria es lo que hace posible una revolución. Creer que una
revolución es una lasaña que se elabora a partir de un libro de
recetas es un error enorme y perverso. Porque niega, si señor, niega
la posibilidad de una revolución al limitar su horizonte
estratégico.
Pensando
en lo anterior ¿a quién cuernos votar en las PASO?
Si
sos zurdito votá zurditos, dirá el simplista.
Adhesiones
automáticas tercera ventanilla a la derecha diré yo. Si uno es
zurdito carece de adhesiones automáticas y disciplina partidaria,
más que nada porque se precia de abordar el mundo dialécticamente.
Y en ese diálogo-análisis permanente aparecen interrogantes y
respuestas que ponen en duda lo que a simple vista parece una verdad
de cemento.
Por
ejemplo, los partidos de izquierda en argentina no son de izquierda.
Dicen ser de izquierda, pero en la práctica son cualquier otra cosa
o, simplemente, una tímida derecha camuflada.
¿Cómo
es eso? grita un enojado militante de esos partidos.
No
son de izquierda porque dejaron de ser dialécticos, dejaron de estar
en proceso para reemplazar la dinámica social por una estampita de
la revolución. Siguen esperando sentados en sus cómodas poltronas a
que se den las condiciones históricas propicias para la revolución
y encontrando agitación prerrevolucionaria en cualquier lugar y
fenómeno social, aún cuando esa agitación provenga de sus enemigos
de clase. Esperan la revolución, no la crean ni propician. Piensan
que una revolución es inevitable y que solo hay que estar a la
vanguardia.
Aguardarla como quien espera el 86 para ir a Liniers.
Como
se detuvieron en un momento particular de la historia no han revisado
los conceptos con los que intentan descifrar el mundo que los rodea.
El capitalismo, pese a mantener intactos sus objetivos, ha mutado en sus formas una y otra vez para resistir y combatir, entre otras
cosas, a aquellos que quieren discutirle su condición hegemónica.
Los
partidos de la izquierda argentina no han tomado nota del asunto.
Siguen hablando de obreros, capital, alienación, proletariado,
explotación, lucha de clases, etc., como si estuviéramos en Cuba,
China o la Unión Soviética varias décadas atrás.
Claro
que sigue habiendo explotación, obreros, plusvalía, lucha de
clases, etc. Pero no bajo la misma forma que describió Marx o Engels
o El Che o Mariátegui o Gramsci. Sigue habiendo explotación (verdad
de Perogrullo, el capitalismo presupone la explotación de la fuerza
de trabajo) pero se presenta de maneras distintas. Los partidos de
izquierda en la Argentina no tienen respuestas para estas mutaciones:
nada más proclaman eslóganes que ya han perdido su filo porque
refieren a situaciones e imaginarios anacrónicos. ¿Cómo pelear,
por ejemplo, contra la explotación en un call center? La izquierda
argentina sacará a relucir inmediatamente su viejo arsenal de
categorías sin detenerse ni un momento a conjeturar que el problema
central de la pelea es la deslocalización permanente y la alta
movilidad de los laburantes. Trata, inútilmente, de reducir la
realidad para que le quepa en los libros que ya conoce.
Por
eso no solo no representan a nadie sino que además no pueden
localizar a uno solo de los que dicen representar porque teóricamente
los han perdido de vista hace mucho tiempo.
Y
los socialistas. Aydió. Tienen una confusión tan enorme que una de
las facciones en las que se han partido se nominó a sí misma como
“Socialismo de Izquierda”. Tímidos, oscilando entre la necesidad
de transformación y la buena educación, se mueven de izquierda a
derecha (más bien derecha en estos últimos tiempos) para quedar
bien con unos y con otros. Su falta de solidez programática es
notable, a tal punto que cuesta encontrar una propuesta o medida de
neto corte socialista en sus proclamas.
Ambos,
izquierda y socialismo, por motivos distintos pero provistos del
mismo pedo cósmico, se aliaron con sus enemigos de clase para vaya a
saber qué.
¿Cómo
puedo yo votar a alguien que se trepó a una tarima para defender a
los dueños de la Sociedad Rural? ¿Cómo puedo pensar que ese
sujeto/a es de izquierda?
Por
eso votar zurditos, no, gracias. Si quiero votar a la derecha, voto a
la derecha, porque forma es contenido.
Como
zurdito tampoco votaría a la derecha. Porque los objetivos de la
derecha están en el polo opuesto a lo que yo quiero para una
sociedad.
Pero
debo reconocer que la derecha, al menos, tiene claro para dónde va.
No tienen dudas, son monolíticos en ese punto. Difieren en cuanto a
las formas y las maneras de llegar al poder pero lo que quieren hacer
una vez ahí es evidente.
Y
no lo esconden. Solo un analfabeto político puede no distinguir las
metas de la derecha argentina. Solo un analfabeto político puede
pensar que, siendo parte de las clases subalternas, un candidato de
derecha lo tendrá como punto central de sus preocupaciones de
gobierno. La derecha busca recuperar el poder para la clase que
representa. Lisa y llanamente. Habrá que entenderlo y dejarse de
poesía pre-electoral. El “juntos” del PRO no es todos juntos, es
“juntos la gente como uno”. La cosmovisión de Massa deja afuera
a más de la mitad del padrón electoral. De Narváez es mucho más
taxativo. La frase “ella o vos” debe traducirse como “Ellos o
nosotros”. Nada nuevo, pero el grado de explicitud se ha vuelto
cuasi pornográfico. Y sorprende que los futuros apaleados no lo
comprendan.
En
fin.
¿A
quién votar entonces?
“-Vas
a votar al FPV, botonazo, vago, mantenido”.
Querido
troll que andas buscando una hendija, debo decirte que, dada la
oposición que he descripto y mi propia postura política, no me
quedan muchas más opciones. Y no porque crea que el FPV es la
panacea, el maná del que habla la biblia o el último vaso de agua
del desierto. No no.
Puestos
a transitar el barro de la realpolitik, el FPV es el que me lleva más
cerca de mis objetivos. Que no siempre son los objetivos del FPV. De
hecho, las más de las veces mis metas y las metas de una parte nada
despreciable del FPV son antagónicas. No creo en el capitalismo, ni
en serio ni en joda. Me parece que una sociedad no puede construirse
sobre el aumento exponencial del consumo. Deploro minuciosamente el
impacto sobre el medio ambiente que produce la sobredemanda y la
sobreoferta. No quiero darle la mano a un tipo como Urtubey o Gioja.
Guildo Insfrán me da caspa ácida y Alperovich me resulta vomitivo.
Pero
los represores están presos y antes no lo estaban. El matrimonio
igualitario es una realidad y antes no lo era. La necesidad de
auxiliar a los sectores más desprotegidos no estaba y ahora hay AUH.
Puede no gustarte que los negros coman todos los días, pero me hace
feliz que eso pase.
Antes
no había Ley de Medios y ahora hay. Mal aplicada, peor militada,
bombardeada por la corporación judicial a pedido de la corporación
económica. Pero ahí está.
Antes la ciencia era un estorbo intelectualoso y ahora es una política de estado.
¿Qué
quiero decir con todo esto?
Que
el escenario se ha modificado. Que de ahora en adelante hay cosas que
ya no se pueden discutir, que son un dato básico, el insumo
primordial de donde hay que partir para charlar cualquier cosa.
Hay
situaciones que no tienen vuelta atrás porque ha cambiado la
estructura. Y un cambio de estructura es de alguna manera una pequeña
revolución. Que no es todo lo que uno quiere pero no es poco.
Quien
esté familiarizado con Gramsci estará sonriendo en este momento.
Si
amigos: se llama Guerra de Posiciones, aunque estamos muy lejos
todavía del bloque histórico. Aunque estamos más cerca qe hace dos décadas atrás.
Se conquistaron varias trincheras. Me dirán que el FPV no es un
partido revolucionario. Chocolate por la noticia diré yo. Pero si el
reformismo propugnado por el gobierno molesta tanto, jode tanto y
empuja al medio pelo a la calle casi gritando “Viva el cáncer”
algo bueno debe estar ocurriendo.
Y
ese engañapichanga de “han dividido al país”, ¡que ya estaba
dividido gilipollas! ¿qué piensan? ¿Qué antes del FPV todo era un
lecho de rosas, un sánguche de consenso y diálogo? No no. Que no se
escuchara la voz de los olvidados, de los que no estaban invitados a
la fiesta no significa que estuvieran recontentos con la exclusión
creciente.
Pasa
que a los mediopeleros y a los que cortan el bacalao no les gusta que
les enmienden la plana. No les simpatiza ni un poco que sus actos y
declaraciones tengan respuesta. Lo que llaman “libertad de prensa”
es su viejo derecho de pernada de hablar sin recibir críticas.
Paradójicamente cuando piden pluralidad en realidad buscan hablar
solos, a los gritos y que todo el resto se calle.
Ahora,
mal que mal, con todas las reservas del caso, hay más de una voz.
Varias diría yo. Y eso siempre es bueno, aunque no le guste a
Marcelo Bonelli.
Y
no solo hay más de una voz, hay pibes que se interesan en la
política. La vieja y puta política, tan denigrada e insultada,
retomada por los muchachos que vuelven a discutir lo que nunca
tendría que haber dejado de discutirse.
Y
si, hay confrontación. ¿Qué esperaban? ¿Régimen de partido
único?
La
única unanimidad es la de los cementerios, y tampoco es tan
perfecta.
Por
último, dado que este testamento se ha hecho largo, culpo en persona
a la oposición por la falta de alternativas, serias, argumentadas,
sólidas. No es posible que ningún opositor tenga propuestas
superadoras. Me resulta increíble que no exista una sola opción distinta
al gobierno nacional que pueda tomar lo que se ha hecho bien, mejorar
lo que está más o menos, rehacer lo que está mal y sobre todo,
renunciar a la venganza por la que claman con la baba cayéndoles por
la comisura de los labios, casi todos los representantes del arco
opositor.
Eso
me asusta: la sed de revancha. Cosa que uno puede comprobar
escuchándolos, leyéndolos, verificando las consignas de los
cacerolazos, etc.
Es
odio en estado puro que pretende la destrucción del supuesto
enemigo.
Piden
diálogo y consenso. Pero solo de la boca para fuera.
Por
dentro quieren venganza. Quieren disciplinar al negraje que tuvo la
peregrina idea de transformarse en sujeto político. Quieren
recordarle que no pueden ser protagonistas de su propia historia
porque para iluminarlos están ellos, los que han desplegado durante
décadas su hombría de bien con tanto éxito que casi nos hacen
desaparecer como país.
A
los que dicen: “Soy de la mitad que mantiene a la otra mitad” hay
que contestarles recordando su indiferencia “Sos de la mitad que
miraba para otro lado mientras excluían a la otra mitad”. Y ahora
querés lo mismo aunque disimules tus intenciones detrás de
consignas republicanas.
Nunca
les interesó la república ni las instituciones, y siguen sin
importarles un soto.
Creen
que el país es una estancia y que ellos son los patrones.
No
más. Ya no más.
Si
che, soy un botonazo.
Nos
vemos el domingo, urna de por medio.
Dormi, yo voy a votar con alegría, porque lo haré por un país con inclusión y proyectos. No por más de lo que pasamos y se olvidan o se hacen los olvidados, nada más que por odios porque que yo sepa no la estan pasando tan mal.
ResponderEliminarNo hay mejor brújula que mirar qué dice y hace la derecha: es la única que nunca jamás se equivoca. Y luego tomar la dirección contraria. El dogmatismo cerrado de una parte de la izquierda conduce al vacío, a la nada.
ResponderEliminarLos candidatos de la oposición no buscan venganza, eso sería ya demasiado abstracto para ellos. Quieren poder. Se encuentran ante una situación insólita (insólita según la historia previa): diez años y siguen sin tener la posibilidad de hacerse del poder que creen merecer. Y de los dinerillos que creen merecer. Lo suyo no es venganza, es ambición personal. Se van haciendo viejos y los ansiados diez minutos de fama no llegan...
Saludos.
Esther
Roberto:
ResponderEliminarPor ahí va la cosa.
Como digo en el mamotreto que barrunté, con las reservas del caso, pero este bondi me lleva para donde quiero ir.
Esther:
ResponderEliminarEs una buena brújula.
Lo de la izquiera a esta altura es patético.
Si, los dirigentes sí. Pero lo que se miran en ellos quieren venganza.
Uno lo siente en la piel.
Impecable, compañero, vaya un abrazo zurdito y el domingo no nos vamos a equivocar.
ResponderEliminarMuy bueno.
ResponderEliminarEso sí, entiendo de sus palabras que el planteo es bien diferente del "voto al menos malo", porque a quien voto me gusta, aunque no me guste todo, me acerca a donde quiero ir. Aunque no me deje en la puerta sino a 10 ó 15 cuadras va para ese lado.
No se puede tomar el 60 para ir a GOnzalez Catán...
Excepto que el colectivo esté "fuera de línea" y te diga una cosa para hacer otra.
Nosotros optamos por un colectivo que si bien no nos deja justo en Catán al menos va pa'l oeste.
Saludos
Ladislao
Y agrego, porque si no, no sirve:
ResponderEliminarNo sólo nos "tomamos" un colectivo, lo conformamos, lo arreglamos, le hacemos mantenimiento y le cambiamos los repuestos y también le hacemos modificaciones en chasis y carrocería.
Saludos
Ladislao
Saludos de otro, botonazo, cosido a la misma tela.
ResponderEliminarFeliz domingo para todos y todas
Suscribo cada palabra, me identifico completamente, tal cual así como está escrita. Caso raro.
ResponderEliminarLo podría haber escrito yo, pero peor.
Soy Jack Celliers, (por vaya a saber qué asunto no me puedo loggear)
anonimo dixit, todo dicho
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