lunes, 16 de diciembre de 2013

MORIBUNDO

El fútbol argentino está enfermo. Se me dirá que no es solo el fútbol argentino y responderé que mal de muchos consuelo de imbéciles. Y de paso vamos despejando algunas objeciones clásicas proferidas por esos tipos que fungen como periodistas deportivos que evitan con todo cuidado analizar el “universo fútbol” como acostumbran a decir, dedicándose a intercambiar fruslerías, anécdotas o estadísticas irrelevantes.
Mientras la enfermedad se extiende y ya no solo lesiona al fútbol mismo sino al entorno y proyecta sus nefastas consecuencias mucho más allá de la cancha.
En menos de siete días hubo tres asesinatos relacionados con el fútbol: un hincha de Boca y dos hinchas de Newell´s muertos a balazos.
Pero no sólo eso: además los hinchas de Boca destrozaron parte del centro de la Ciudad de Buenos Aires enfrentándose a la policía federal (la Metropolitana, relacionada con el ex presidente de ese club brilló, sugestivamente, por su ausencia). El domingo anterior la hinchada de Boca desplegó un show de pirotecnia en el partido de marras. Para disponer de tal cantidad de artefactos explosivos obviamente contaron con la complicidad de algunos empleados o funcionarios del club, dado que es prácticamente imposible atravesar los controles de entrada con un encendedor, calculá una bengala.
Esto siguió en la cancha de Vélez Sarsfield en donde se secuestró pirotecnia y alcohol en cantidades industriales, dentro del estadio. Las declaraciones del vicepresidente de Vélez Julio Baldomar serían graciosas sino rozaran el cinismo: “No sabemos cómo apareció la pirotecnia dentro del estadio. Nosotros no tenemos nada que ver.”
Este último subterfugio es un lugar común de los dirigentes deportivos que se lavan las manos con un entusiasmo digno de mejores causas.
Véase que solo recorro hechos ocurridos durante una semana relacionados con el fútbol argentino. Hay mucho más: amenazas cruzadas, promesas de muerte si alguien se atreviere a festejar un campeonato, peleas entre hinchadas en donde se blanden armas blancas y de fuego, etc. Una retahíla de delitos que se suceden semana tras semana, cobrándose muertos, lesionados, bienes destruidos, etc. La organización de un ¿espectáculo? de fútbol requiere un despliegue de policías asombroso para que simplemente los simpatizantes no se maten entre ellos y tengan a bien no matar a otros que anden por las inmediaciones, no destruyan trenes, comercios, roben, violen o quemen casas, autos, vagones, etc.
¿Advierte el lector el grado de locura y estupidez al que hemos arribado?
Con semejante estado de cosas todavía hay hinchas que critican la medida de no jugar con público visitante: la idiotez que despliega el fútbol argentino y que sus defensores contemplan con demasiada paciencia (o complicidad, quién sabe) ha generado la hazaña de convertir en una guerra a muerte lo que simplemente debería ser un partido. Por eso, no se puede ni pensar en que dos hinchadas compartan el mismo estadio sin que luego haya muertos y heridos. Sin cruzarse en una cancha hay tres asesinatos en menos de cinco días, imaginate.
¿Cómo cuernos se soluciona este asunto? No lo sé. Pero quizás una gran medida sería destrenzar los lazos que unen a las barras bravas, la dirigencia de los clubes y los políticos. Romper esas relaciones que encubren, disculpan, perdonan y dejan todo como está es una de las primeras tareas.
A esta altura no sé si tal cosa es posible.
Luego sería necesario atacar el corazón de las barras bravas que es de orden económico y está relacionado con una colección de delitos innumerable que genera una recaudación fabulosa. Por esa guita se matan y matan. Necesariamente cuentan con la consabida protección policial que a su vez cuenta con protección política. Es imprescindible demoler esa madeja de complicidades.
A esta altura no sé si tal cosa es posible.
Hay algo también imprescindible que le compete a los periodistas deportivos, pero además a los hinchas y simpatizantes de cada club: dejar de inventar excusas banales para justificar lo que ocurre en el fútbol argentino. La “pasión” no es un motivo válido para apañar discursivamente el actual estado –calamitoso- de cosas.
A caballo de ese “sentimiento” los hinchas suspenden su capacidad crítica (los periodistas deportivos, salvo honrosas excepciones, la han perdido), se niegan en redondo a revisar con ojos severos el horroroso entorno en donde el fútbol tiene lugar, disculpando de antemano casi todo mediante el falaz argumento de “los colores son una pasión”. Obnubilados por lo que creen es una misión de orden superior, se vuelven cómplices del delito y de sus ejecutores. Y esa anuencia (que no tienen en otros ámbitos de su vida) mantiene impunes y felices a los delincuentes y toda la red de sostén político-policial que se puede advertir con solo abandonar por un momento la comodidad de las explicaciones mágicas.
La agachada de: “la sociedad está enferma y el fútbol también” es otra pavada de tamaño industrial. Esgrimiendo ese artilugio se tira la pelota afuera (nunca mejor dicho) sugiriendo que el problema se arregla componiendo a la sociedad. O sea, el fútbol y su entorno, como siempre en estos casos, quedan disculpados. ¿Cómo los van a culpar de algo si la culpa anida en una supraentidad mayor de la que también el fútbol es víctima?
Se hace lo que se puede, dicen los dirigentes de todas layas evitando hacer algo, mientras políticos e hinchas miran para otro lado, no sea cosa, a ver si descubrimos que el rey está en pelotas y además, que más que rey es un asesino en potencia y acto.
El fútbol argentino está enfermo.
Quién sabe si no ha muerto.
...

6 comentarios:

  1. Comparto su análisis. Lamentablemente, el entramado mafioso que Ud. bien describe es tan grande que no veo cómo rescatar al fútbol sin enfrentar con eficacia cuestiones que lo exceden largamente, por ejemplo el negocio de la droga y sus protectores políticos y policiales. No creo que cambie mucho extender una credencial "Afa-plus" a los no violentos.

    ResponderEliminar
  2. Rob:
    No, sería un parche y no muy eficente. Y encubriría todo el resto del asunto, que es el que de verdad hay que cambiar.
    Me pregunto ¿cómo cuernos se llegó hasta acá? De curioso que soy nomás.

    ResponderEliminar
  3. Este post está si o si relacionado con el anterior, me parece. En un comentario del tema de "los Moyanos", un hincha de river afirmaba su conocimiento de la ingerencia de uno de los hijos del dirigente camionero, en la /las barras del club de nuñez, en independiente también están y a la no se si sincera idea del presidente, creo que todavia en funciones, de regular, adecentar la/las barras, nadie del resto de la dirigencia, le dio apoyo claro. No sabemos otros buenos muchachos en qué andarán, nuestro amigo encargado de edificios, tendría posicionamiento en el club barracas, si no me equivoco. Y así, nombres y apellidos? Cómo saltó, sólo porque Bravo el socialista, era socio de river , que ese club tenía como socios honoríficos a casi todos los genocidas. En esa época , todavía con defensores por la causa que sea, empezaron unos cuantos problemas argentinos, zonas donde de noche no queres ir, barrios de fábricas que hoy son lumpenes, y con el mismo protagonista, looser en las urnas, Domingo Felipe, hundiéndonos el cuchillo hasta el hueso, no una , sino tres veces! y todavía anda suelto!!!

    ResponderEliminar
  4. jfc:
    Sin duda. Ahora caigo en la relación.
    Muchos políticos usan a las barras bravas como fuerza de choque, cosa que han sufrido en carne propia muchas personas que se oponían a los dirigente políticos padrinos de las barras.
    Y además recaudan para la causa y no poco.
    Es, como dice Rob, un nudo gordiano que no sé si alguien se va a atrever a romper.

    ResponderEliminar
  5. Dormi, comparto plenamente pero déjese un espacio para festejar el campeonato, hombre!

    ResponderEliminar
  6. Daniel:
    Ahhh cierto.
    Si si, festejé.
    La condición de cuervo le impide a uno énfasis exagerados en tanto todavía tenemos que construir una historia más prolífica en premios.
    Humildemente digo.

    ResponderEliminar

Bueno, os dejo en libertad. Disculpen las molestias ocasionadas.