En San Carlos, Mendoza, hay una localidad perdida en la inmensidad, a la que uno llega, si tiene ganas, por la legendaria Ruta 40, camino a la Laguna del Diamante, en la localidad de Pareditas. Digo si tiene ganas porque Los Alamitos está a 80 km. de la primera ruta pavimentada.
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En Los Alamitos los rigores del clima y las distancias marcan a fuego la vida cotidiana.
En medio de esa soledad, está la Posta Sanitaria N°553, nombre burocrático y anodino que no alcanza para describir el alcance y las funciones que despliega.
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Y al frente de la Posta Sanitaria está La Nena (el cronista que me contó esta historia dice que ella le pidió que la llamara así "-Me hace más joven" dijo con coquetería). La Nena vive con su esposo en ese paraje solitario y se encarga, entre otras cosas, de mantener al día el calendario de vacunación de los niños de la zona, desparramados a lo largo y ancho de la eternidad del paisaje. Tiene fichas actualizadas de cada uno de los pibes (con lo que eso significa en un lugar en donde las comunicaciones son complicadas o imposibles).
La Nena sale a recorrer las casas de los habitantes a lomo de burro, sin que la lluvia, el viento, el calor o cualquier accidente climático puedan detenerla.
La Nena sale a recorrer las casas de los habitantes a lomo de burro, sin que la lluvia, el viento, el calor o cualquier accidente climático puedan detenerla.
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La Nena es la que está de espaldas
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Según cuenta el cronista, la salud de los pobladores, teniendo en cuenta las circunstancias, es muy buena. Y la responsable del asunto es La Nena que dedica su tiempo y esfuerzo para que eso pase. Ahí, en donde la mirada del mundo no llega, La Nena pone en acto la máxima existencialista: si un valor no está siendo no es.
La Nena lo sabe, lo intuye. Allí el derecho a la salud sería solo un enunciado si ella no trepara al burro para enterarse cara a cara sobre la situación de los habitantes de Los Alamitos.
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Y de todo eso se enteraba el contador mientras La Nena cocinaba un locro que le dejó un recuerdo imborrable.
Cuando al final tuvieron que despedirse hubo abrazos, lágrimas y palabras.
Ya se sabe que las despedidas son complicadas, y despedirse de Los Alamitos y de La Nena no podía ser una excepción.
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Cuenta el cronista (vuelvo a decir que no soy yo, que apenas repito lo que me contaron) que se le cruzaron por la cabeza esas historias que nadie conoce y que sería indispensable mostrar.
Mitad para recuperar la confianza en la humanidad.
Por eso me animo a estas palabras que sirven más que nada para nombrar a La Nena, Los Alamitos y la generosidad que los desborda. Y para disfrutar las fotos que lo merecen, créanme.
También para desmentir a esos pavorosos mutantes que promocionan valores como si éstos fueran una entelequia vaporosa que por milagro nos hará más buenos, más humanos.
Para ser más bueno hay que ser bueno, hay que estar siéndolo. Como La Nena.
La Nena de Los Alamitos, que ahora es un poco menos anónima.
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El Cronista y Fotógrafo es él.
Por lo tanto los agradecimientos del caso le pertenecen.
territorialidad de la que vale en serio. Porque mucha territorialidad está lejos de valer.
ResponderEliminarDaniel:
ResponderEliminarSatamente.
Cuando uno recuerda eso de que resistir es construir piensa en éstas cosas.