...
Un comentario Rob K sobre este post en donde jugaba con la idea de la invisibilidad como causa de una serie de pisotones, codazos y otras delicias, me lanzó de nuevo en la persecución del motivo de esas conductas (que se han vuelto cotidianas y recurrentes) en donde un sujeto decide que el otro no tiene entidad alguna más que como obstáculo inanimado y en consecuencia, le pasa por arriba sin mediar siquiera una disculpa, o al menos, una imprecación que indique que el otro está ahí y se interpone en el camino. Simplemente se lo empuja, pisotea o agrede como si fuera nada más que una cosa que estorba.
Y, por esas asociaciones libres que me asolan como pulgas, recordé un dibujo animado de cuando era un niño. Un dibujo que ya era viejo cuando yo era pibe, calculá. Aviso que no recuerdo el nombre de los protagonistas por lo que, si alguno lo tiene en la memoria, dígalo nomás. Estoy casi seguro que era de la Warner, eso sí.
En esa animación, decía, un perro y un zorro marchaban al trabajo juntos, charlando. Los dos llevaban la clásica cajita de lata con la vianda y departían amablemente sobre el día, el clima, etc. Llegaban al lugar, dejaban sus cosas, sonaba el silbato e inmediatamente el perro comenzaba a perseguir al zorro que se empecinaba en robar ovejas. Había golpes, explosiones, caídas, etc. Al final de muchas peripecias, volvía a sonar el silbato marcando el fin de la jornada laboral y el perro y el zorro abandonaban su papel de perseguidor y perseguido y volvían a retomar el diálogo anterior al trabajo. La última imagen eran ellos dos, de espaldas, con el sol cayendo en el horizonte, caminando abrazados hacia el hogar de cada uno.
Si, seguro que era de la Warner. Disney nunca se hubiera animado a tanto.
...
(Se llamaba Sam y El Coyote, aporte de Moscón)
...
Veamos ¿por qué me acorde de esos dibujos? La respuesta es "relaciones sociales". Dije que la serie era vieja, por lo que reflejaba la ética de la era industrial fuerte de post-guerra, si no me equivoco. Era de algún modo un "business are business" que intentaba dejar claro que una cosa es la amistad y otra el trabajo. O sea, que son dos relaciones distintas, y que una no anula a la otra, aún cuando en el ámbito laboral, el papel a desempeñar sea el de enfrentarse al otro, competir hasta eliminarlo si es posible. Si al final del día los dos estaban vivos, entonces podian retomar la amistad. No había nada personal, solo negocios. La competencia no estaba basada en la antipatía sino en el lugar que cada uno tenía en la cadena productiva: al perro le tocaba ser perro y al zorro, zorro. Luego eran dos trabajadores que comentaban, como si nada hubiera pasado, las condiciones del día "-¿Qué tal tu día?" preguntaba el perro a un zorro las más de las veces maltrecho por los golpes. Y el zorro, con la misma deferencia, respondía.
Se puede ver cómo la ética capitalista regía el ámbito laboral, pero no el de las relaciones interpersonales fuera de el.
Ese dibujo era una foto del estado de las relaciones sociales bajo el capitalismo de una época en particular, en donde los valores asociados a la competencia y la colonización de todos los espacios de la vida (públicos y privados) no era tan potente todavía. Se podía, era deseable, separar ambas instancias: competir en lo laboral no era óbice para destruir a un sujeto fuera de esta particular forma de relación.
Pero ese estado de cosas cambió (vía revolución tecnológica, hay que decirlo): ahora las relaciones sociales promovidas por el capitalismo, la ética de la competencia y la moral que deriva de ella, han impregnado casi todos los espacios de la vida social, pública y privada. En casi todos los ámbitos se ponen en juego los parámetros de competencia a ultranza: ya no hay sujetos, hay individuos que, a lo sumo, a veces conforman grupos de trabajo, equipos de interés común.
Señalemos que esos valores y esa moral chocan de frente con la solidaridad, la cooperación, la ayuda desinteresada, etc. No es posible competir con todas nuestras fuerzas si al final del día volvemos al plano personal y el competidor es un amigo, o al menos, es alguien. Por lo tanto, se extiende la competencia también a ese espacio: la lucha debe ser completa y total, involucrando la vida del sujeto desde que se despierta hasta que se duerme. No puede perder el tiempo con miramientos o remilgos humanistas: debe competir.
Calculo que ahora ven para dónde va mi cerebruto.
A medida que el mercado invade y coloniza la totalidad de la vida social, también impone su ética y moral de mercado desplazando y haciendo estallar los lazos sociales que conforman el entramado de una sociedad de intereses mancomunados, reemplazándolos por los de una sociedad de la competencia.
En ese tipo de sociedad, la agresión es la regla, no la excepción. Una agresión que no necesariamente es física, pero que se vuelve más virulenta a cada momento.
Sospecho que en esa invasión se encuentra la razón de la creciente lucha que uno puede advertir cuando anda por la calle. Y también el fundamento del proceso de constante anonimización que convierte "otros" en objetos burocráticos (algo de lo que hablé alguna vez) que pueden ser manipulados, dado que se vuelven fungibles ad infinitum.
Y ya que estamos, esta mutación antropológica que sofistica la agresividad del instinto, está enmarcada en la condición fundamental del capitalismo: ser un dispositivo de cerco, creciente y continuo, condición que es un pilar de su funcionamiento.
Pero esto último será motivo de otro panegírico.
PD:
Decir "capitalismo salvaje" es una redundancia. El capitalismo es salvaje, por definición.
De la Warner,el Coyote y el perro Wilbur.
ResponderEliminarHoy Nilda posteó algo con muchos puntos en común con esta entrada altamente recomendable.
http://elnosoyloquedeberia.wordpress.com/2013/06/06/el-relato-de-la-derecha-y-los-valores-familiares-un-ejemplo-americano/
Moscón:
ResponderEliminar¡Wilbur!
Lo voy a buscar
Y a leer lo de Nilda.
Perdón, el perro era Sam.
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=CVNQBoUOfWw
Moscón:
ResponderEliminar¡Selente!
A mi de chico me divertían mucho, "hola Sam, hola You".La única que se salvaba siempre y estaba protegida de los riesgos era la obeja, vale decir, el capital.
ResponderEliminarAdrian:
ResponderEliminarA eso llamo yo un análisis agudo.