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Dice Castoriadis que para el capitalismo "la herramienta más formidable fue la destrucción de todas las significaciones sociales precedentes y la incentivación, en el alma de todos o de casi todos, de esta compulsión de adquirir lo que, en la esfera de cada uno, es o parece accesible, y para lo cual se acepta practicamente todo. Esta enorme mutación atropológica puede ser dilucidada o comprendida, pero no explicada." (Cornelius Castoriadis, "Figuras de lo Pensable", pag.88)
Semejante mutación funda una ética en donde lo bueno y lo malo está bastante lejos del decálogo que muchos sujetos proclaman como deseable, en tanto los valores que guían su propia vida responden a la ética capitalista, con todo lo que eso implica.
La contradicción flagrante entre valores dichos y practicados queda en evidencia en el quiebre que poco a poco recorre a la sociedad: la trama social fundada en la consideración del otro como un sujeto con existencia autónoma que comparte el espacio social y a su vez lo recrea en esa relación horizontal ha sido reemplazada por el mandato capitalista de la competencia, la maximización de la producción y la reducción del costo de esa producción en términos de intercambio.
En ese marco, por ejemplo, la solidaridad no tiene espacio más que como una manifestación momentánea, cuasi orgásmica. No es deseable que esa conducta se extienda a la vida cotidiana porque pondría en riesgo el nudo gordiano capitalista. La solidaridad cuestiona la actividad humana orientada a la obtención de ganancias materiales en términos de acumulación.
Ese resorte, uno de los tantos que el capitalismo oxida dìa a día, tiene que ser refutado, usando una justificación circular. Ser solidario por un instante disculpa al sujeto en su escisión entre lo que dice que son sus valores y los que realmente son los valores que guían su existencia. Siendo solidario por algunos segundos, minutos, días, se puede luego, seguir propendiendo a la acumulación en tanto ya nos hemos excusado ayudando por un rato, por lo general un rato libre no dedicado a la producción. Ahora podemos ocupar todo el resto del tiempo en la maximización de la producción, como explotador o como explotado.
Ser solidario más allá de ese umbral se considera ingénuo, utópico, irracional.
Dice Georg Lukács que el capitalismo congela el conjunto de la vida social. La oxidación de los resortes de esa vida social es una instancia de ese congelamiento.
Si ya no podemos actuar en forma solidaria, no sólo en la vida económica, lo que tenemos es una sociedad en donde los lazos que crea la ayuda hacia el otro ya no están. Una sociedad basada en la competencia a ultranza no es compatible con una sociedad solidaria.
Sería bueno comprenderlo.
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"Una sociedad basada en la competencia a ultranza no es compatible con una sociedad solidaria"
ResponderEliminarPor eso, creo, la excelente distinción que hace Galeano entre solidaridad y caridad. Esta nunca busca modificar estructuralmente las condiciones que la hacen necesaria, aquella, en cambio, busca modificarlas.
Solidaridad dentro de tal sistema, en mi opinión, es en realidad caridad.
Cosmo:
ResponderEliminarSi si.
No lo puse en el post, pero esta reflexión me llegó de golpe hoy, viajando en tren: subió una señora con un bebé y nadie saltó del asiento para dárselo.
Tuve que pedir a viva voz que alguien le diera el asiento.
Pensé que a los del vagón se les habían oxidado los resortes de la generosidad.
Y de ahí en más la idea no me abandonó.
Lo que vi, pienso, es la expresión de una oxidación mayor, el debilitamiento gradual del sentido moral en los términos de los valores clásicos. Y eso, también supongo, no puede ser más que funcional al sistema.
A propósito de la caridad y el capitalismo, Dormi. Como está lluvioso, le dejo pa' que se entretenga, esta joyita. Fíjese en el capítulo II. No tiene desperdicio.
ResponderEliminarPD: perdón por cagarle el fin de semana...