Desde el tren, llegando a Constitución, mirando por la ventanilla a mano izquierda, se puede ver un magnífico mural a todo color que cubre una esquina completa. El mensaje que corona las imágenes dice “Ayudar nos hace humanos”.
He pensado bastante en esa frase, que remite de inmediato a la pregunta acerca de lo humano, qué es lo humano o mejor, qué es lo propiamente humano, la naturaleza humana si es que tal cosa existe.
Y en este punto recordé la canción de Pastoral, “Humanos”. Ahí, en ese tema se plantea una contradicción que discute con la frase del mural: “Humanos son los que cavan trincheras...”dice. Admite “Si también soy humano, y lo fue mi hermano...” coronado con un reconocimiento “Humanos, humanos son”.
Con lo que tenemos ya dos posturas: una que sostiene que ayudar nos convierte en humanos y otra que señala la condición humana de los que matan, cavan trincheras o le quitan la vista a un hombre. Entonces, no solo ayudar nos haría humanos. En realidad, ayudar sería otro aspecto del ser humano, así como matar o empuñar las armas.
Son humanos los protagonistas de esta historia que nos ha depositado aquí y ahora. Somos humanos.
La trampa consiste en la polisemia del término “humanidad”. Si por humano entendemos la pertenencia a una especie, o sea su sentido antropológico, ayudar es una más de las actividades que esa especie, la humana, despliega. Pero si usamos “humanidad” en sentido moral, hablaremos de rasgos morales positivos tales como compasión, altruismo, etc., que nos evaden de la condición de especie, trascendiendo la fisiología para superar cualitativamente los rasgos primarios de supervivencia.
La frase del mural refiere entonces al sentido moral del término humanidad: ayudar nos permitiría ser humanos en sentido moral, no antropológico. Con lo que tenemos un punto de apoyo importante para comenzar a pensar.
Pero sigamos adelante. Ayuda puede definirse como cualquier tipo de cooperación. Eso dicen varios diccionarios al menos. Inmediatamente inferimos que hay distintos tipos de ayuda, o sea, distintas formas de cooperación. Pero no todas las formas de ayuda nos hacen humanos. Algunas sí, otras no ¿Cuáles no? Las que no son desinteresadas. O sea, las que persiguen a cambio algún tipo de retribución. Por ejemplo, la ayuda para el desarrollo a países “subdesarrollados” que espera contrapartidas apenas confesables. Una ayuda que espera una retribución ingresa en el campo de las relaciones capitalistas. En el capitalismo toda contribución devenga una devolución de algún tipo, o sea, la relación de cooperación se transforma en intercambio de mercado. No se extiende la mano sin el cálculo previo acerca de las ventajas a obtener. Esa ética del capitalismo ha permeado casi todo el espacio social. Por tanto, aunque tenga la forma exterior de una ayuda, en realidad asistimos a un intercambio motivado por el interés de obtener un beneficio. He ahí el egoísmo como motor de la historia tal como lo postulan los teóricos del liberalismo. Esa ayuda, en realidad intercambio, no nos hace humanos. Por el contrario, nos resta humanidad en sentido moral porque los motivos profundos del acto son egoístas.
Ahí está el límite entre la humanidad y la humanidad, si se me permite la heraclitud. La humanidad ha permanecido hasta ahora sujeta, por motu propio, a la ética que propugna la sublimación de su egoísmo en forma de actividad de supervivencia. De la época de las cavernas hasta ahora eso hemos hecho, con honrosas excepciones. Esas honrosas excepciones nos han permitido vislumbrar que además de seres que sobreviven comiéndose los riñones unos a otros, somos capaces de acceder a otro tipo de relación que aumentaría nuestra humanidad en sentido moral. En definitiva, las honrosas excepciones nos permiten comprobar que podemos, dado que es potencialmente probable, superar la instancia de supervivencia transformándonos en una especie cualitativamente distinta. Humanos, en sentido moral. Una humanidad que quizás podría abrir el espacio para una vida que no sea sólo subsistencia sino existencia. Una humanidad en sentido moral que nos permitiría sobrevivir bajo otros términos.
Quizás el concepto de ayuda mutua propuesto por el anarquismo se aproxime en algo a lo que estoy tratando de explicarme, con Uds. como testigos.
Y creo que es ese el sentido final del mural. Una interpelación a nuestra capacidad de entregarnos sin esperar retribuciones, rompiendo de esa forma, la lógica del capital.
Si me preguntan, no veo otra salida para la claustrofobia actual. Por supuesto que esa ruptura debería adquirir un volumen político que le permitiera convertirse en una construcción colectiva.
Esta ayuda superaría el ombliguismo new age que ubica los problemas de la sociedad en el interior del sujeto, transformando en individuales los problemas colectivos, desconectándolo de su entorno y reduciendo su existencia a la apelación a verbos difusos que no pueden existir en solitario.
“Ayudar nos hace humanos”
Sin duda estamos hablando del mentado “hombre nuevo”, digo, por si alguien no se ha dado cuenta.
Muy bueno....
ResponderEliminares verdad, no debe haber nada más humano que esto que mencionás :"...nuestra capacidad de entregarnos sin esperar retribuciones" .
Larabi:
ResponderEliminarCréame que cuando escribía me interpelaba a mi mismo.
Eso de la reproducción social y el habitus ¿vio?
Esto es sencillamente genial:
ResponderEliminar..."Esta ayuda superaría el ombliguismo new age que ubica los problemas de la sociedad en el interior del sujeto, transformando en individuales los problemas colectivos, desconectándolo de su entorno y reduciendo su existencia a la apelación a verbos difusos que no pueden existir en solitario"...
El camuflaje y traslado del problema para evitar la visión de su origen.
Grande Dormi!