Se volvió un dogma, de la mano de la prensa seria y aplicada, enarbolar como una bofetada las palabras revancha, resentimiento, venganza, para hablar de los que se encuentran enfrentados a sus intereses. Lo escuchamos una y otra vez en boca de periodistas, legisladores, empresarios, opinadores, vedettes, animadores, figurantes y extras.
Presuponen, por algún tipo de operación discursiva maniquea, que cualquier movimiento por tímido que sea en favor de los que siempre han salido perdiendo en la historia argentina es fruto de lo anterior: entonces son resentidos, buscan revancha, quieren venganza. En definitiva, nos envidian porque tenemos lo que tenemos o porque queremos tenerlo. Nos envidian porque somos gente decente que se forjó un futuro a puro trabajo honrado. Nos envidian por tantas cosas. Por eso nos persiguen.
Y al conjeturar lo anterior marcan una línea y construyen dos bandos: el malo (ellos) y el bueno (nosotros). En un lado están todas las virtudes y en el otro la maldad, los defectos, las taras y todo cuanto a uno se le ocurra pueda caber en el mundo de los malos.
La primera consecuencia es la elaboración de un mito. Un peligroso mito que coloca la culpa en el bando contrario sin asumir ninguna responsabilidad por el estado de cosas. Y la segunda consecuencia, tan peligrosa como la primera, es que al delimitar el campo cavan una trinchera, tirando abajo los puentes y la posibilidad de construirlos.
El otro tiene que ser destruido, aniquilado, destrozado porque es la encarnación de todos los males. No hay diálogo posible, no hay negociación ni entendimiento. La única relación entre las dos mitades es la lucha abierta en la que matamos o morimos.
Más o menos por ahí circula la propuesta de marcha nacional de no se qué que convocan por vías diferentes muchas personas para el jueves 13 de septiembre. Lo que hay detrás de todo el montaje es odio. Casi a cara descubierta, aunque guardando algunas formas (porque ante todo la buena educación, eso sí).
Ni que decir que, según los esquemas básicos de los convocantes yo y varios estamos en el bando de los resentidos, que se mueven por revancha, venganza y resentimiento. Ah, además por envidia.
Tengo algo que decirle a los convocantes y a los adherentes de esta marcha: tendré que hablar por mi, qué le vamos a hacer. A lo largo de toda mi vida de lucha, con mayor o menor intensidad, no he pedido ni he buscado venganza. Lo que he pedido es nada más ni nada menos que justicia. Tampoco busco revancha. Tratar de construir una sociedad un poco más justa no es buscar revancha, al menos que yo sepa. Y no guardo resentimiento contra "el otro bando". Si me enojé y todavía me enojo con la ceguera, el egoismo y la indiferencia que manifiestan con sus acciones (en general con cualquiera que profese estos valores). Pero no es resentimiento. Creer que toda una clase o varias tiene que bajar el marote y encarar una fuerte autocrítica no me transforma en resentido.
Disgresión al margen: soy un tipo prejuicioso, lo que no es bueno. Desconfío por principio de los que tienen el chupetín por el palito y eso hace que me pierda conocer a buenas personas. Debo confesar ésto antes de seguir para mostrar la hilacha, hablando de autocrítica.
Y ahora hablo por muchos (no por todos porque nadie puede hablar por todos como tampoco decir jamás o nunca): los que yo conozco que son multitud tampoco piden venganza, no se mueven por resentimiento ni por revancha. Buscan justicia. Con empecinamiento y sin pausa. Pero justicia.
No parece ser éso lo que están tratando de encontrar los que marchan el día jueves.
Nunca pedimos ojo por ojo. Teniéndolos a mano nadie mató a ningún genocida. Incluso cuando quedaron libres de culpa y cargo se siguió pidiendo justicia hasta que la hubo. Tampoco conozco a nadie que haya entrado en Techint por ejemplo, o Ledesma o el estudio de Guillermo Walter Klein a reclamar lo que esas empresas se robaron a mano armada. Se pidió y se sigue pidiendo justicia.
Y aquí sí hay que marcar una línea: esa búsqueda de justicia nos diferencia. En esto, debo decir, somos distintos. Aún cuando algún desorientado se prenda en el malón y quiera romperle la ñata a los marchadores.
Éste que escribe lo anterior no lo haría. Pero sí derramaría sangre para que pudieran marchar y expresarse con toda libertad.
Sé también que muchos como yo harían lo mismo.
Por eso, marchen tranquilos, como siempre estamos velando por Uds. a pesar de que les de asco nuestra propia existencia.
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Bueno, os dejo en libertad. Disculpen las molestias ocasionadas.