¿Los muros se transformarán en el paisaje del futuro? Ya nos resultan familiares cuando declaman mediante su ubicua solidez que los cualunques que miran desde afuera no pueden acceder a ese valhala que ocultan y resguardan en los exclusivos rincones en donde se elevan como barrera infranqueable, una evidencia contundente del abismo que hay entre ricos y pobres, entre esas clases sociales que me dicen no existen pero que respiran a todo pulmón.
Muros más hostiles separan fronteras, para que los díscolos mexicanos no se atrevan a pisar el sagrado suelo del Tío Sam o para que los palestinos acepten ser un desecho de la mano de Israel y su humana política exterior.
Los vecinos de Quilmes creen haber levantado un muro. En rigor de verdad, nada más lo hicieron visible. El muro existía desde mucho antes (como tantos muros). Y los ladrillos y el cemento que lo componen simplemente certifican la preexistencia del paredón.
Y así como ese muro, hay otros muchos muros todavía invisibles, que esperan su oportunidad para interponerse entre una vida cada vez más acotada y esos restos del mundo que, a fuerza de elevar paredes, nos resistimos a mirar aunque resulte imposible no verlos, no sentir la fuerza de su mordedura.
Que lejos están estos nuevos muros de La Muralla de Nicolás Guillén.
Y que cerca estamos, también cada vez más, de Pink, el personaje de Pink Floyd, The Wall. Peligrosamente cerca. Colocando otro ladrillo más en la pared.
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Bueno, os dejo en libertad. Disculpen las molestias ocasionadas.