El mundo es de los objetos. De los objetos fungibles. Objetos que deben encarnar el anhelo (no el deseo) del comprador para dejarlo insatisfecho e impulsar la próxima compra. Objetos que son como la cinta de Misión Imposible y se autodestruirán en algunos segundos.No pueden durar puesto que la permanencia impediría la adquisición de otros objetos. Para eso, el principio de realidad debe ser negado una y otra vez, escindiendo de una vez por todas la compra de la necesidad, vendiendo sensaciones cada vez más fugaces, estimulando impulsos irracionales.
Los especialistas en marketing ahora se dirigen a lo más recóndito del cerebro para medir las reacciones de cada sujeto ante la publicidad y de esa forma tratan de intervenir en la decisión de compra en forma directa y sin mediaciones. Le llaman "neuromarketing" y se parece tanto a un lavado de cerebro que sería necesario asustarse un poco.
Casi nada ha quedado del sujeto. Él también, por propiedad transitiva, se transformó en objeto. Objeto consumidor, portador de capacidad de compra. Un objeto como cualquier otro, también fungible. Un objeto que se puede reemplazar en tanto sus propiedades son de orden apenas burocrático. Uno, el uno, los unos, ellos, nosotros. Acalambrados y constipados, amontonando sucedáneos.
Me hacés dar "miedito" por tan exacta descripción...
ResponderEliminarLos otros días escuché una anécdota. Una grosería por parte de un compañero, que dijo ante un grupito: "Puta, se termina el año y no me c--- a Fulana", sin darse cuenta de que la mujer en cuestión estaba a sus espaldas.
ResponderEliminarLa mina entonces lo encaró, también delante de todos: "Date por co----".
Qué sé yo. No hablemos ya de respeto, pero...¿un mínimo cortejo, aunque sea? ¿Un pequeño recato? Es así, si nos descuidamos somos tan descartables.