Los que esperaban que Arancedo modificara un ápice el carácter conservador y reaccionario de la Iglesia Católica argentina, que esperen sentados en un sillón cómodo, muy cómodo.
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Siempre se dedicaron a hablar, mientras ponían a buen resguardo su peculio y recibían alborozados los aportes de los gobiernos de turno. Habría, eso sí, que cortarles las provisiones. Verán lo contentos que se pondrían.
No vale, puso lo mismo que se me ocurrió a mí. ¿Cuando se dedicarán a hacer estos dilettantes de la espiritualidad?
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