viernes, 1 de julio de 2011

PERDÓN QUE ME META

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En este blog no acostumbramos a tratar el tema del fulbo. Porque hay muchos haciendo lo mismo por ahí con mayor conocimiento de causa que este servidor. Pero la verdad, ando con una comezón bárbara: me preocupa el estado del balompata argentino.
En principio creo que es obvio para todo el mundo (excepto para el que no quiera ver) que la pelota está manchada. 
No hay más que observar, como muestra, las famosas fotos de los barras bravas prohijados por dirigentes de River que fueron a "apretar" o sea, amenazar lisa y llanamente, al árbitro del partido en el entretiempo cuando se jugaban su permanencia en primera.
Pero esto no es lo único que mancha al fobal.
Las Barras Bravas del fútbol existen y hacen lo que hacen porque tienen cobertura política, económica y policial. De otra forma no podrían desarrollar sus actividades a la vista y paciencia de multitudes que asisten azoradas a la violencia que despliegan estos delincuentes (porque eso son) en cada partido en donde están presentes.
Repito, sin la protección de un montón de interesados, la mayoría de los integrantes de una barra brava estarían presos. Sobre el tráfico de droga que acomete con profuso entusiasmo cualquier barra brava que se precie de tal podríamos escribir varios libros. Y aquí también es imprescindible contar con la vista gorda de una multitud de entenados.
Pero hay más. Frente a la AFA y como representante en la FIFA persiste un personaje que podría hacer las delicias de Mario Puzo: Julio Grondona. No sólo su liderazgo se basa en claras maniobras dignas de la Camorra sino que también sus palabras pertenecen al oscuro ámbito que recubre la omertá. Cuando enfrenta a un micrófono contesta con amenazas veladas o manifiestas. Y todos tan contentos. Nadie dice esta boca es mía y el tipo sigue por ahí. Y encima comparte corrupciones con otro sospechoso dirigente: Blatter y su séquito de ominosos acólitos.
La última supuesta hazaña de éstos dos fue aceptar sobornos para elegir la sede de un futuro mundial.
Tal como vamos la pelota está puerca por todas partes.
Pero si es posible hay más: clubes "importantes" poniendo guita para arreglar resultados, lavando sextercios a través de la compra y venta de jugadores, endulzando periodistas varios para lograr comentarios y notas favorables a uno u otro dirigente.
¿Eso es todo?
No no.
Tenemos también a los árbitros que poseen una soberbia monumental. Una soberbia que ya no tienen los árbitros en otros deportes que son igual o más polémicos que el fulbo (eso sí, en el boxeo la cosa está peor que el fobal, plagado de Don Kings y cosas por el estilo). No aceptan críticas, no quieren que la tecnología ingrese a la cancha para no verse cuestionados, no aceptan sus humanas limitaciones y por tanto desechan cualquier ayuda que pudiera hacer sus fallos fuesen más justos. Se postulan tan infalibles como el Papa.
Sobre sus sospechosas cegueras o intuiciones momentáneas, mejor no abundar ¿no?
Y hay más, pero calculo que ya estarán un poco cansados de esta nauseabunda enumeración.
En definitiva, la pelota está manchada.
Y vaya a saber si alguien, algunos, muchos, la podrán limpiar.
...
(imagen afanada de acá)

4 comentarios:

  1. Selente.

    Y si a eso sumamos el periodismo, parte del cual está haciendo un lobby bizarro para expulsarlo a Vito Corleone y colocar en su lugar a Al Capone (Daniel Vila), estamos hechos.

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  2. Daniel:
    Sería salir de Guatemala para meterse en guaterecontrapeor.

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  3. Mueve tanta guita el fútbol que no podría no estar manchado.
    Pero todo lo que decís es irrefutable. ¿Cómo cambiarlo? No sé, lo veo muy difícil.

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  4. Ricardo:
    Es complicado por lo que Ud. dice: se mueve mucha pero mucha guita.
    Supongo que algo se podrá hacer, la pregunta del million of dolars es si existe voluntad política, espalda mediática y aguante para realizar los cambios que hacen falta.
    De lo contrario, y para tranquilidad de muchos que no quieren ni escuchar hablar del asunto, que la cosa quede como hasta ahora y el mundo continuará fingiendo que no ve nada.

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Bueno, os dejo en libertad. Disculpen las molestias ocasionadas.