lunes, 13 de junio de 2011

SEÑOR DIOS, ACÁ TRAIGO AL NIÑO QUE HAY QUE CASTIGAR

...
Retomando aquel asunto sobre mi aprendizaje del catecismo, estuve toda la semana pasada recordando una de las oraciones más funestas que tuve que aprender por aquellos días. Decía así:
...
Pésame Dios mío y me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido.
Pésame por el infierno que merecí
y por el cielo que perdí;
pero mucho mas me pesa porque pecando ofendí un Dios tan bueno y tan grande como vos;
antes querría haber muerto que haberle ofendido,
y propongo firmemente ayudado por tu divina gracia,
no pecar mas y evitar las ocasiones próximas de pecado. Amen

...
Si bien yo era un niño abominable (cosa que mis padres pueden certificar) no creía haber cometido algún pecado tan espantoso como para merecer el infierno. Mucho menos para perder el cielo dado que todavía conservaba una gran dosis de inocencia y además, en ese momento aspiraba a la vida eterna (calculá, se podía descansar en plena gloria celestial full time).
Y por más que fuera Dios, la verdad, no estaba dispuesto a morir antes que mandarme un pecadito de purrete (pecadito que encima apenas ranqueaba en la taxonomía de ofensas a la divinidad). Y ya en un terreno decididamente revisionista, un Dios que me mandaba a las llamas eternas y se ofendía porque no me lavara las manos o me escapara en la siesta a morfar fruta caliente y sumergirme en un fresco canal de riego, no me parecía demasiado amoroso. Si Dios era amor, era un amor medio de segunda mano, un amor con chantaje ad hoc. Un Dios que parecía odiarme sólo por haberle ensuciado la alfombra con el que me reconciliaba si le prometía obediencia ciega y eterna.
Claro, era demasiado chico para comprender que una cosa era Dios (la divinidad y la experiencia que cada uno tenga de ella) y otra una institución que se apropiaba de la interpretación de un Dios y en realidad lo creaba para poder regular la conducta de sus feligreses, manejar su conciencia y de esa manera consolidar su poder, un poder bien terrenal. Eso vino después. 
Pero esa sospecha primigenia me salvó de ciertas culpas que el "Pésame" fogoneaba.
Ahora lo vuelvo a leer y apenas puedo creer la perversidad que encierran esas líneas.
Y me alegro de ser un hereje, mirá lo que te digo.

19 comentarios:

  1. El término está bastante vapuleado,con una gran carga negativa,pero la verdad es que hereje significa"el que elige",y claro la cretinada clerical no te da opciones,o hacés lo que YO te digo o te calcinás.
    El abuso y el acoso emocional es agravado por la ignorancia,falta de criterio y capacidad de análisis que por lo general tienen los niños.Se hacen los vivitos con los mas chicos.
    Pero en en las cabecitas inmunizadas por las inquietudes el discursito no surte efecto,es mas,suelen convertirse en sus mas acérrimos enemigos.
    Eso si,blasfemar así desde un blog otorga el privilegio de una gran parcela en la zona caliente de Belcebú.

    ResponderEliminar
  2. igual cuando eramos chicos y rezabamos eso no le dabamos la menor bola. Jamas crei en el infierno. Ahora creo en los vampiros, en los alienigenas que vienen sin nombre como en el color que cayo del cielo y en cleto cobos. ay, que miedo.
    nunca crei en las paparruchadas de las oraciones,ni en la resurreccion de la carne, ni el perdon de los pecados ni en la vida perdurable, ni el sexto no fornicar.

    ResponderEliminar
  3. Si, más o menos como dice Nilda yo por lo menos repetía estas aberraciones automáticamente.
    Igual, los tipos han manejado dos mil años a la gente con la culpa. Es su eje de manipulación y en algo a todos nos han jodido, seguro.

    ResponderEliminar
  4. Mire, a mí me pasó ser alumno en un colegio de estos ángeles, experiencia muy grata partiendo de la base de la instintiva desconfianza respecto a todos estos sotanudos, burócratas celestiales.
    El caso es que una semana santa, uno de esos días de ayuno estaba ahí con otros inadaptados jugando a la pelota cuando acertamos a ver el desfile de mozos llevando el morfi para el staff de delegados de la divinidad - mientras en casa, mi abuela y alguna tía se cagaban de hambre y a mí me esperaba merluza... lo que iban a comer los susodichos eran milanesas a la napolitana con fritas (milanesas de nalga vacuna, of course, un "ayuno" bárbaro).
    O sea, estimado, ni hace falta la filosofía para no creerle a estos tipos, son truchísimos.
    Por suerte, las abuelas modernas, si ayunan es por bajar de peso y no por miedo a que las parta un rayo del cielo. Vamos progresando.

    ResponderEliminar
  5. Esas palabras eran terribles sólo para el que las creía y temía consecuencias, y en la época en que Ud. era chico hacía ya siglos que eran letra muerta. Yo las recitaba también, en modo automático, nunca me salvaron de "pecar".

    ResponderEliminar
  6. ¿Qué te sucedió cuando comparaste lo que estudiabas en el catesismo con la institución?

    En mi caso, tomé la comunión en "pecado mortal" (creo que se llama así) ya en que mi primera (y única) confesión para después comulgar, mentí feo. No había estudiado el catesismo y me arregé sólo con el padre nuestro.
    Me "habían convencido" a los 12 años, me permitieron estudiar en casa (algo así como rendir libre).
    En el matrimonio de mis padres era "libre" por ser ella católica (y catequista!!!!) y mi padre agnóstico.
    Gracias papi por la herencia!!!

    ResponderEliminar
  7. Bueno Dormi que querés, si los libros
    los escriben los hombres de acuerdo a su conveniencia, en éste caso se
    atribuyen que son los "elegidos"
    para que salgas sanito.

    ResponderEliminar
  8. Compañeros, hace unos días en necodata, contaba dos historias de las que fui testigo. El post se llama historia en dos ciudades.El doble discurso de esta institución es increíble.
    Si Jesús acertara a entrar en una iglesia no sería crucificado nuevamente, porque lo sacarían a patadas en el culo de la puerta nomás.
    Moscón, acabo de enterarme que al final no soy ni ateo ni agnóstico, soy hereje nomás¡Abuela tenías razón!

    ResponderEliminar
  9. Moscón:
    Si, está devaluada esa palabra.
    Asi que la vamos a reivindicar: acá somos herejes y a mucha honra.

    ResponderEliminar
  10. Laotra:
    Yo tampoco, pero me llevó un par de meses darme cuenta. Hubo algunos que no se dieron cuenta tan rápido.

    ResponderEliminar
  11. Daniel:
    Si. Y le han metido esa programación básica que siempre anda ahí jorobando el asunto.

    ResponderEliminar
  12. Ram:
    Yo en semana santa hacía trampa: a mi el pescado no me parece castigo ni ayuno, porque me gusta suma cum laude.

    ResponderEliminar
  13. Rob:
    En parte si y en parte no. Creo que depende de dónde aterrizaban las palabras. Conmigo no tuvieron efecto, pero tengo dos amigos que sí sufrieron el asunto. Uno de ellos se suicidó (por varias cosas, pero en el fondo estaba la contradicción entre los dogmas de la religión que practicaba su familia y el intelecto que le demostraba lo contrario) y el otro que falleció hace poco vió frustada su vida afectiva dados también los dogmas de los que nunca se pudo librar. Por eso digo que depende.

    ResponderEliminar
  14. Hilda:
    Primero dudé de mis apreciaciones, luego me di cuenta que en la Biblia se hablaba de dos dioses, y que eso de Dios uno y trino parecía un traje hecho a medida.
    Por lo tanto, pensé, si Dios es Dios, no se parece demasiado a ése que me pintaban en el catecismo.

    ResponderEliminar
  15. Roberto:
    Para que salgan buen rebaño.
    Ese que va derechito al corral como dicen los Divididos.

    ResponderEliminar
  16. @tilio:
    A Jesús lo sacarían a patadas en el culo, diciendo que está loco, que cómo va a echar a los mercaderes del templo.

    ResponderEliminar
  17. Me olvidé de felicitar a Dormidano por los dos post, este y el del catecismo. Comparto la experiencia y la reacción.

    ResponderEliminar

Bueno, os dejo en libertad. Disculpen las molestias ocasionadas.