sábado, 17 de abril de 2010

MEJOR QUE SOBRE

Supongo que esto ya lo he dicho más de una vez. Pero vale la pena repetirlo. Cuando se trata de comida, no me gustan las muestras gratis.

Esos platos enormes en donde el "chef" deposita de manera pomposa y pretenciosa, dos pedazos ínfimos de alguna cosa, rodeadas por unas gotitas de algo que ese rufián llama salsa y un cacho de perejil o menta o albahaca o ciboulette o cualquier cosa que tenga hojas, sea verde y se pueda poner como decoración. Nunca nadie sabe si ese estandarte está ahí para ser comido o hay que apartarlo del plato con la mayor velocidad. 


A esta pesadilla ahora se le agregó la "cocina molecular". Produce especialidades culinarias que tienen forma de comida de astronauta y que quizás deba ser ingerida con la ayuda de un destornillador.


A mi, troglodita, cavernícola, mastodonte, retrógrado y oscurantista del morfi, dejame con la comida que parece comida, que se sirve con abundante generosidad y que invita a la alegría. A quedar con la panza tirante, y por lo tanto, el corazón contento.
¿Quién se puede resistir a estos platos insignes? Pocos. Y si Ud. conoce alguien a quién esta comida no le agrade, sírvase darle una patada en el ojal y mandarlo a masticar flores.

¿Sabés lo que podés hacer con el Petroselinum crispum?: ¡Pesto!

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Bueno, os dejo en libertad. Disculpen las molestias ocasionadas.