sábado, 11 de mayo de 2013

LA AMANSADORA


Dice un refrán pretencioso: “El fútbol es un deporte de caballeros jugado por animales, el rugby es un deporte de animales jugado por caballeros”. El carácter cancroide del aforismo es evidente y la petición de principio que encierra también. No hay tal cosa como caballeros o animales de acuerdo al deporte que practican, lo que hay son dos juegos distintos en los cuales uno puede constatar la presencia de animales y de caballeros.
De todas formas, de la relación entre el rugby y el fútbol deriva esta anécdota.
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Chantaje
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Cuando me iniciaba en los rigores del rugby solía entrenar en un campo de juego que también era usado para preparar equipos de fútbol. De hecho, al culminar nuestro entrenamiento ingresaban a la cancha los jugadores de fútbol, casi sobre nuestros pasos. Habrán notado, por el tono del relato, que había cierta animosidad entre los deportistas que compartían el campo. Animosidad que era más bien de orden mítico dado que no habíamos intercambiado opiniones de ningún orden.
Una tarde practicábamos el scrum (esa formación en donde ocho jugadores de cada lado, formados con precisión, disputan la posesión de la pelota empujando a la misma vez y en la misma dirección) usando un mamotreto técnico llamado “amansadora” (nombre que da cuenta de la condición de instrumento de tortura que representa), La “amansadora” es una estructura de caños con un receptáculo en donde se apilan escombros de gran peso, para simular la presión del equipo contrario. Se empuja formando el pack de forwards y la primera línea apoya los hombros sobre colchonetas que recubren los caños frontales. Y luego se hace fuerza en forma coordinada intentando desplazar el maléfico aparato.
No se mueve al primer intento. Hay que transpirar bastante la camiseta para aprender la técnica que permite empujar acompasadamente, sin cometer infracciones y además, con un ojo en la salida de la pelota y la posición del apertura. Cuando se ha logrado el prodigio de dominar la amansadora uno ha dado un paso fundamental en el rugby.
En esa tarde en particular, habíamos practicado el scrum hasta el cansancio y nos demoramos un poco en el último esfuerzo ejecutando una formación limpia y potente. Pero ya era el turno de los futbolistas que impacientes comenzaron a reclamar a los gritos que saliéramos de la cancha. Concentrados en la máquina no los escuchábamos. Pero una vez que la amansadora quedó en el medio del campo de juego, luego de ser arrastrada desde el borde de la línea de 22 metros, levantamos la vista y nos percatamos de la urgencia de los deportistas.
Picados por los gritos, como si un acuerdo previo nos guiara, dejamos el campo de juego. Pero también quedó en medio del mismo, engalanando el círculo central, la amansadora.
Con lentitud nos encaminamos a los vestuarios, desentendidos del asunto, cuando de nuevo los gritos de los futbolistas nos hicieron girar la cabeza.
Nos pedían en forma bastante poco amable, que quitáramos el aparato del medio de la cancha.
Con la mejor cara de póquer que tenía, uno de mis compañeros de equipo dijo, aparentando inocencia:
“-No podemos. Ya se terminó nuestro turno”
“-Pero ¿cómo van a dejar esa porquería ahí? Más vale que vuelvan y la saquen” dijo quien fungía como entrenador de los ofuscados deportistas.
“-Nosotros no podemos entrar a la cancha hasta el jueves que viene. Ahí, si quieren, sacamos la amansadora” respondió el, a esta altura, nuestro vocero.
Quizás por la contundencia del argumento que jugaba con el apuro expresado por los futbolistas o, supongo yo, por los daños que podía acarrear para la salud enfrentarse a cuarenta tipos doble ancho, el entrenador bajó el tono y repitió la misma petición pero bajando dos cambios:
“-Muchachos ¿no podrían sacar el aparato ése? No vamos a poder entrenar nosotros”.
Juro haber visto al vocero esbozar una sonrisa de triunfo, justo antes de decir lo siguiente:
“-No creo que los chicos quieran. Están cansados, han estado entrenando toda la tarde empujando esa amansadora” En ese momento se dio vuelta y, mirándonos con un gesto de complicidad preguntó:
“-¿Podemos mover la amansadora para que entrenen ellos?”
Nuestra respuesta, tal como esperaba el vocero, fue negativa.
“-No, estamos fundidos. Queremos ir a comprar unas gaseosas, tomarlas, bañarnos y chau”.
“-No quieren” repitió el vocero al compungido entrenador. “-Se quieren ir. Tienen sed y están agotados”.
El DT vio la rendija y lanzó entonces la respuesta al tácito chantaje que había deslizado el vocero.
“-Bueno, nosotros tenemos gaseosas frías. Uds. sacan el aparato ése de ahí y compartimos la bebida”.
Un momento de suspenso siguió a la propuesta. Luego el vocero, con fingida piedad, nos suplicó que ayudáramos a los deportistas. A cambio del refrigerio, claro está.
Y allá fuimos, no todos porque con ocho alcanzaba. Formamos el scrum y disciplinadamente empujamos la amansadora a un costado de la cancha.
Luego, con una sonrisa de satisfacción dimos cuenta de la bebida ofrecida por el entrenador.
Para que no piensen que éramos unos despreciables aprovechadores, el jueves siguiente trajimos nosotros la bebida que ofrecimos al equipo de fútbol a los efectos de dejar de lado la controversia en torno a la amansadora.
Por eso de ser caballeros ¿vistes?

4 comentarios:

José Pepe Parrot dijo...

Gustavo:

Chas gracias.
Y lo qye tuve que transpirar para contar este asunto. Ja.

Drugo dijo...

Muy buena! a nosotros nos pasa algo parecido al compartir la cancha, solo que lo hacemos con un equipo de softball femenino y mas de una vez hemos tirado cuerpo a tierra ante la advertencia de "bolaaaaaaaa!"

José Pepe Parrot dijo...

Drugo:
Y esa bola sí que duele. Y un batazo ni le cuento.
Yo recomendaría no azuzar la ira de las jugadoras, porque están armadas...

Anónimo dijo...

por qué se llama amasadora??
saludos, soy Pumpa.