miércoles, 21 de octubre de 2015

NO SOMOS TODOS PUMAS

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Como en toda ola, ahora estamos en plena ola Puma. No la marca sino el equipo de rugby de la Unión Argentina de Rugby, que representa a Argentina y que llamamos "Los Pumas" por un equívoco, dado que el animal que tienen bordado en la camiseta no es un puma sino un yaguareté.
Ahora los cráneos del periodismo pseudo-deportivo y los coaching motivacionales se masturban con el éxito de Los Pumas, usándolos como ejemplo deportivo y, de arranque nomás, los contraponen con la selección argentina de fulbo.
Bueno, acá comienza el asunto. Debo informar ante todo que fui jugador de rugby, uno de esos extraños casos en donde un seco de bolsillo sin vento juega un deporte que habita la elite (tendencia que comienza a revertirse desesperando a más de un conservador de la ovalada). O sea, no soy ni seré, ni pretendo ser objetivo. ¿Ta claro?
Para los que intentan asimilar el "ejemplo" del rugby al fobal debo decirles ante todo que son deportes con lógicas distintas. Que son deportes distintos en lo estratégico y en lo físico. ¿Hay coincidencias? Si, pero hasta por ahí. Pero no son iguales. Ergo: no hay lecciones que uno le pueda enseñar a otro como si fuera un alumno ciruela.
Y ¡oh sorpresa! el rugby aprendió del fobal muchas cosas. Por ejemplo, la necesidad de que el juego fluya, que sea más dinámico para que además resulte atractivo a la vista. Por eso los que peinamos canas y jugamos al racbic allá lejos y hace tiempo percibimos la diferencia atlética entre aquellos jugadores y éstos jugadores. Los de hoy en día tienen una potencia mucho más equilibrada en donde la fuerza y la velocidad promueven jugadores fuertes físicamente pero con la mayor velocidad posible, por eso los pilares corren  y manejan el balón y los wines taclean con éxito y no se les mueve el protector bucal. Todo eso proviene de la búsqueda reglamentaria de la fluidéz del juego. El reglamento fue mutando hasta lograr que el juego se resuelva en fases dinámicas y menos formaciones estáticas. Se privilegia la velocidad en la salida del balón de todas las formaciones, se castiga la intención del contrario cuando quiere evitar ese proceso, etc.
El respeto del árbitro es algo que se enseña desde las divisiones inferiores. Una decisión tomada es una decisión tomada. Y no hay tutía. Por eso, con el paso del tiempo y la llegada de la tecnología los árbitros tuvieron que afinar sus fallos y para eso recurrieron y recurren a la revisión de las jugadas por el TMO (el antiguo videoref) porque tienen que procurar no equivocarse y admiten que pueden hacerlo y que además, no ven todo lo que ocurre en la cancha.
El que nunca vio rugby observa con sorpresa como los jugadores acatan las decisiones del árbitro (aunque a veces la pifien) y son tremendos animales de dos metros y tan calladitos. Esa actitud no es un accidente, es el fruto de la formación del jugador que aprendió eso desde que agarró una ovalada.
Por el contario, el fin de semana veía a Orión gritándole en la cara al árbitro que había cobrado un penal, desaforado e intentando pegarle. No verán esas cosas en el rugby. Si un jugador lo hiciera sería suspendido por muchas fechas. Insisto, es formación no azar.
La lealtad en el rugby tampoco es un accidente: es una necesidad prioritaria dado que es un deporte de contacto en donde se mide la fuerza y la estrategia contra otro equipo que hace lo mismo. Por lo tanto, es necesario regular ese contacto para que ocurra dentro de los límites del reglamento. Y esos límites son estrictos aunque parezca lo contrario. Y los jugadores que no respetan el límite son castigados en consecuencia y también con mucha severidad. O sea, la lealtad se enseña y existen penas para los jugadores que no son leales con el contario.
Otra cosa que no verán en el rugby son simuladores de faltas. Más que nada porque cuando el jugador sufre una lesión o una posible lesión el reloj se detiene mientras es atendido. O sea, simular no sirve para que el tiempo pase (hay estrategias de juego para enfriar un partido o mantener la pelota de un solo lado, pero dentro del reglamento y cada vez tienen menos éxito) y en caso de simulación también hay una sanción que va desde la amarilla hasta la roja para el simulador.
En una nota bastante mala proponen aprender del rugby la "pasión por la camiseta" o sea, los famosos "huevos, huevos, huevos" que solicita la hinchada en la popular. Debo decirles que es una pavada atómica ¿Alguien piensa que un jugador de la selección argentina de fóbal no pone "huevos" en cada partido, que no siente pasión por la camiseta? Lo que ocurre es que el rugby es un deporte que se juega en equipo. No hay otra forma de encararlo. Solo en equipo se puede desplegar el juego. El fulbo es un deporte que también se juega en equipo, pero no necesariamente la reunión de once tipos forma un equipo. Un equipo es una idea que trasciende juntar en un solo lugar a varios sujetos que cubran las posiciones técnicas de un deporte. En el fútbol se puede jugar aún cuando los once de la cancha no logren articular una idea de equipo. En el rugby eso no es posible, porque si los quince no forman un equipo no se puede jugar.
Por eso lo que se ve como "entrega" al equipo es ni más ni menos que la condición básica para la existencia del rugby: la preexistencia de un equipo que necesariamente apunta hacia un solo lado. ¿El fobal tiene algo que aprender de esto? No sé, quizás, aunque en el fulbo lo individual tiene más peso que en el rugby.
También en la mala nota apuntan al valor de lo "lúdico". Bueno, esos valores son los que intenta preservar el rugby union, pero hay que decir que hay una gran discusión al respecto en tanto el deporte se ha profesionalizado. Si el equipo no es agonal, o sea, no compite y juega jugando, la cosa se complica. Por eso también lo lúdico es una condición que propicia la eficacia del juego. En el fobal jugar profesionalmente implica muchas veces aburrirse.
Los demás consejos, son, como dirían en Mendoza, güevadas. El fútbol y el rugby no son asimilables, decir que el rugby per se promueve el respeto por el rival, el famoso tercer tiempo, etc., es desconocer que hay un esfuerzo conciente y continuo para mantener y promover esos parámetros. Insisto: hay formación no generación espontánea. Lo que no es mejor ni peor sino eso: distinto, con sus propias costumbres y reglas no escritas.
Ahora bien, si hay algo que se intenta en el rugby es privilegiar el juego limpio: o sea, apegado al reglamento, sin trampas, sin golpes fuera de la vista del árbitro, sin avivadas para demorar el encuentro, etc. Y en esa búsqueda los que tienen que dirigir un partido de rugby admiten que son humanos y la pueden cagar y por eso necesitan ayuda, más ojos. Y a ningún jugador de rugby se le ocurriría que la autoridad del árbitro disminuye porque solicita colaboración.
O sea, el "espíritu" del rugby union (de alguna forma hay que llamarlo) intenta ser preservado e incentivado, sin perder de vista la búsqueda de dinámica y habilidad que propicia el reglamento actual.
Cuando uno despliega estas observaciones los futboleros indican que esto último no es aplicable al fulbo porque lo "desnaturalizaría". Y yo me quedo pensando si el fobal es como el truco, juego en donde la picardía se encuentra dentro de las reglas del juego y asume por ejemplo la forma de la mentira acerca de las cartas que uno tiene en la mano.
Yo conjeturo (más que nada por ingénuo) que el fútbol es un deporte en donde debería primar la lealtad y que las "avivadas" son trampas para ganar incluso cuando no se tienen condiciones. Que el fobal que veo en la televisión está plagado de esas trampas, que cuando tocan a un jugador cae como alcanzado por un martillazo de Thor y mientras el reloj corre se queda ahí esperando y apenas sale al costado de la cancha es alcanzado por una recuperación milagrosa y vuelve en segundos tan orondo, que los técnicos realizan cambios en el minuto 44 para demorar el trámite y meter en el congelador el partido, que  los jugadores no respetan las indicaciones de los árbitros acerca del lugar en donde ocurren las faltas y hacen más o menos lo que quieren poniendo la pelota en donde se les ocurre, que caen por una supuesta falta y abrazan la pelota cortando el juego incluso antes de que el árbitro haya indicado si es falta o no, que los jugadores gritonean a los árbitros cuestionando cada fallo, que los árbritros no admiten la revisión de sus sentencias mediante tecnología dando una clase magistral de soberbia, etc. Pienso si todo eso es el folklore del fulbo sin el cual el fobal no existiría o si es un deporte hermoso que se acostumbró a las trampas persistentes e intenta mirar para otro lado como para disculpar lo que no quiere cambiar.
En fin, no somos todos pumas. El rugby es un deporte que le gusta a unos y a otros no. Y al que no le gusta no tiene porqué entender o comprender. Así que dejen de escorchar: no somos todos Pumas.